Para poder influir de modo eficaz sobre el destinatario y conseguir así el propósito primero de toda argumentación, la persuasión, es fundamental que ese utilicen de forma adecuada los recursos que la lengua pone a su disposición. Hay que atender a la coherencia, la claridad y la capacidad de influencia afectiva.
La coherencia
Ya hemos hablado de la coherencia textual hace algún tiempo: para refrescar las ideas sobre ese tema, convendría que echaseis un vistazo a vuestros apuntes sobre las propiedades del texto y/o recordaseis la entrada del blog donde hablábamos de esto.
Como recordareis, la coherencia (global, lineal y local) es una propiedad esencial en todo tipo de textos, pero en los textos argumentativos lo es todavía más porque de ella depende en buena medida la fuerza persuasiva de los argumentos que se utilicen. Por muchos y buenos argumentos que se utilicen, carecerán de capacidad para convencer al destinatario si el emisor no consigue hacer ver que responden a la realidad o cae en contradicciones. El orden en la presentación de ideas y la disposición adecuada de los argumentos refuerzan su credibilidad.
No lo olvidemos todo texto argumentativo debe ser coherente y eso significa que:
- Presenta una unidad significativa o de sentido, apreciable en la existencia de un tema claro y preciso (coherencia global o temática).
- Las partes que lo integran no aparecen aisladas, sino que se conectan unas con otras formando una estructura (coherencia lineal o estructural)
- Los sucesivos enunciados transmiten ideas o juicios que no vulneran los principios elementales de la lógica, el sentido común o las normas universales del saber humano (coherencia local).
Lee el siguiente texto y comenta su coherencia:
Los científicos consideran que las galaxias habrían estado más juntas, y la materia estaría tan compacta y comprimida que alcanzaría una densidad grandísima, algo que resulta difícil de imaginar. A su vez, la temperatura de la materia sería de billones de grados, por lo que no existirían los átomos tal como actualmente los conocemos, sino que estarían en forma de quarks, las partículas subatómicas más ínfimas de la materia.
En esta situación, en el momento inicial se habría producido una gran explosión, a la que se denomina Big Bang. A partir de esa explosión el universo ha seguido expansionándose y enfriándose a la vez que se han ido configurando diferentes niveles de organización de la materia.
Transcurridos unos minutos desde el Big Bang, que las investigaciones más recientes sitúan hace unos 15.000 millones de años, las iniciales partículas constituyentes de la materia, los quarks, habrían evolucionado dando lugar a los protones, neutrones y electrones, y seguidamente, a los átomos de hidrógeno y helio. Más tarde, habrían aparecido átomos más pesados que al unirse habrían dado lugar a las primeras galaxias. Su aparición, según esta teoría, se inicia transcurridos unos 30 millones de años de la gran explosión.
Las investigaciones que actualmente se realizan en los grandes aceleradores de partículas como el del CERN en Ginebra, tratan de reproducir reacciones semejantes a las que supuestamente tuvieron lugar en los momentos iniciales del universo. Estos estudios constituyen uno de los campos más importantes de la investigación en la física actual.
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La claridad
El que la disposición del razonamiento sea la adecuada redunda también en beneficio de la claridad. Para convencer al destinatario es también fundamental que este no encuentre dificultades en la comprensión de la tesis y del proceso argumentativo. No puede persuadir el texto que no se entiende. Mirad, por ejemplo, qué poco convincente resulta la explicación de María Dolores de Cospedal en esta rueda de prensa:
Para evitar meterse en estos «berenjenales» los mejor distribuir el contenido de la argumentación en párrafos, ya que estos ayudan a asimilar mejor el contenido, a la vez que favorece la organización de las ideas.
Lee el texto y contesta las cuestiones:
Desde luego, en la cita de Graham Green y en el uso común valorativo de la palabra se emplea «humano», como una especie de ideal y no sencillamente como la denominación específica de una clase de mamíferos parientes de los gorilas y los chimpancés. Pero hay una importante verdad antropológica insinuada en ese empleo de la voz «humano»: los humanos nacemos siéndolo ya, pero no lo somos del todo hasta después. Aunque no concedamos a la noción de «humano» ninguna especial relevancia moral, aunque aceptemos que también la cruel lady Macbeth era humana -pese a serle extraña o repugnante la leche de la humana amabilidad- y que son humanos y hasta demasiado humanos los tiranos, los asesinos, los violadores brutales y los torturadores de niños…, sigue siendo cierto que la humanidad plena no es simplemente algo biológico, una determinación genéticamente programada como la que hace alcachofas a las alcachofas y pulpos a los pulpos. Los demás seres vivos nacen ya siendo lo que definitivamente son, lo que irremediablemente van a ser pase lo que pase, mientras que los humanos lo más que parece prudente decir es que nacemos para la humanidad.
Nuestra humanidad biológica necesita una confirmación posterior, algo así como un segundo nacimiento en el que por medio de nuestro propio esfuerzo y de la relación con otros humanos se confirme definitivamente el primero. Hay que nacer para humano, pero solo llegamos plenamente a serlo cuando los demás nos contagian su humanidad a propósito… y con nuestra complicidad. La condición humana es en parte espontaneidad natural, pero también deliberación artificial: llegar a ser humano del todo -sea humano bueno humano malo- es siempre un arte.
Fernando Savater, El valor de educar.
- Determina el tema.
- Enuncia la tesis.
- Identifica la estructura.
- Localiza los marcadores discursivos.
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La cohesión
También es importante el empleo de los adecuados mecanismos de cohesión, en especial los conectores discursivos que hacen explícitas las relaciones lógicas entre las distintas ideas que constituyen el texto:
La capacidad de influencia afectiva
En muchos casos, el emisor del texto busca la persuasión del destinatario no tanto por medios racionales como mediante mecanismos de carácter emotivo o afectivo: selección de determinadas palabras, imágenes, apelaciones al oyente, exclamaciones, interrogaciones…
Con recursos como estos, utilizados entonces como argumentos afectivos, el emisor pretende dirigirse directamente a los sentimientos del destinatario con el fin de conmoverlo. Los textos publicitarios, entendidos como un tipo de argumentación, son pródigos en el uso de estos recursos retóricos. Seguramente, habéis visto estos días este anuncio en la televisión:
Los rasgos morfosintácticos
En cuanto a los rasgos morfosintácticos y léxicos de los textos argumentativos poco o nada se puede decir que sea válido para todos ellos, dada la enorme variedad de textos diferentes que nos podemos encontrar. Si nos ceñimos a las argumentaciones escritas más usuales (ensayos de distinta temática, artículos de opinión, editoriales, etc. se puede señalar lo siguiente:
- Modalidad oracional enunciativa: es la más frecuente en textos especializados. Al utilizar una modalidad enunciativa se pretende crear en el receptor una impresión de objetividad.
- Modalidades exclamativas, interrogativas o dubitativas: suelen emplearse en textos donde se acentúa la actitud personal del autor.
- La sintaxis suele ser compleja, caracterizada por la abundancia de periodos oracionales largos. Predomina la subordinación, acorde con la expresión del razonamiento: oraciones comparativas, condicionales, concesivas, consecutivas… Son frecuentes los incisos explicativos.
- Suelen aparecer tecnicismos, en mayor o menor medida, según el carácter más o menos especializado del texto.