Catalina de Zúñiga (1555-1628)

Catalina de Zúñiga y Sandoval nació en Tordesillas (Valladolid) en 1555. Pertenecía a una familia de rancio abolengo, ya que sus padres fueron Fernando de Sandoval y Rojas, IV marqués de Denia y III conde de Lerma, e Isabel de Borja y Castro. Por parte materna, su abuelo era Francisco de Borja, IV duque de Gandía y I marqués de Lombay, quien ejerció como general de la Compañía de Jesús y caballero mayor de la emperatriz Isabel. Con el ascenso de su hermano Francisco de Rojas y Sandoval, futuro duque de Lerma, a la privanza de Felipe III, la influencia de Catalina en asuntos políticos se volvió determinante.

Francisco de Rojas y Sandoval, duque de Lerma, hermano de Catalina de Zúñiga

En 1574 Catalina contrajo matrimonio con Fernando Ruiz de Castro de Andrade y Portugal, VI conde de Lemos, virrey de Nápoles. Cuando en octubre de 1601 fallecía en Nápoles  el VI conde de Lemos, Catalina regresó a Madrid. Su hermano, el duque de Lerma, colocó a sus hermanas en los puestos clave de la corte: así, Catalina fue camarera de la reina Margarita de Austria hasta la muerte de esta; y Leonor, fue designada aya de los infantes.

De este modo, Catalina, quien era famosa por su elocuencia, su prudencia y su sabiduría en materia de gobierno, tenía un privilegiado acceso a las fuentes de información y, consecuentemente, una gran influencia sobre el gobierno. Prueba de esto era su fluida comunicación epistolar con personajes importantes de las cortes europeas, con lo que busca favorecer los intereses de su familia.

Una vez que se produzca la caída en desgracia del duque de Lerma, Catalina luchará por defender los intereses de sus hijos. Junto a su activa participación en la definición de estrategias familiares diseñadas para favorecer la carrera de sus hijos, Catalina de Zúñiga destacó por su interés en las artes, en especial por la arquitectura y la música, sus grandes pasiones.

Catalina de Zúñiga responde con un poema a otro de don Juan de Borja, posiblemente su hermano, casado en segundas nupcias con Francisca de Aragón. La presencia de ambos hermanos en la casa de la reina Isabel de Valois podría darnos el entorno en el que se escribió el poema, aunque de no ser así, por su género pregunta-respuesta, no hay duda de que procede de un medio cortesano en el que la poesía es tanto un signo de distinción como un juego.

Este es el poema de Juan de Borja:

Díganme los amadores
si es pesar o si es placer
el diligente deseo.
Y de todos los colores
cuál tiene, sin negro ser,
mayor deudo con lo feo.
Y si puede la Victoria
subir al hombre vencido
en algún tiempo jamás.
O cuál ha más dulce gloria:
el querido en ser querido
o el que quiere en querer más.

Y este el poema-respuesta de doña Catalina de Zúñiga:

El diligente deseo
podría ser de placer
por el dulce devaneo;
mas la fineza de él, creo
que está puesta en padecer,
porque aunque poder cumplirle
en servicio del amado
es el bien más estimado,
lo que cuesta diferirle
hace el mérito doblado.

Mayor deudo con lo feo,
no siendo el negro color,
sin saber si es lo mejor,
yo diría, a ley de creo,
que de azul el resplandor.
Subir un hombre vencido
podrá cuando la Victoria
guste de echar en olvido
al que ayer favorecido
hoy borre de la memoria.
Mas pensar que el ser amado
con el que ama tiene igual,
eso estáse averiguado,
por ser caso reservado
para gente de caudal.
Para amado ¿quién no basta?
Para amar ¿hay bueno alguno?
A no llamarme importuno
jurara que de esta casta
no ha quedado ninguno.

El diligente deseo
podría ser de place
por el dulce devaneo;
mas la fineza de él, creo
que está puesta en padecer,
porque aunque poder cumplirle
en servicio del amado
es el bien más estimado,
lo que cuesta diferirle
hace el mérito doblado.

Mayor deudo con lo feo,
no siendo el negro color,
sin saber si es lo mejor,
yo diría, a ley de creo,
que de azul el resplandor.
Subir un hombre vencido
podrá cuando la Victoria
guste de echar en olvido
al que ayer favorecido
hoy borre de la memoria.
Mas pensar que el ser amado
con el que ama tiene igual,
eso estáse averiguado,
por ser caso reservado
para gente de caudal.
Para amado ¿quién no basta?
Para amar ¿hay bueno alguno?
A no llamarme importuno
jurara que desta casta
no h quedado ninguno.

Palacio real de Nápoles

Poseedora de una rica biblioteca de libros y tratados de arquitectura, la VI condesa de Lemos fue la verdadera artífice del encargo  que su marido realizó en 1600 al arquitecto Domenico Fontana relativo a la construcción de un nuevo palacio virreinal, en el que diseñó un espacio femenino separado del correspondiente al virrey.

Su otra pasión era la música; el músico Francisco de Montana le dedicó un libro que publicó en  1594, siendo el segundo libro dedicado a una mujer del siglo. Ambos personajes tenían relación, ya que el músico estaba al servicio de la familia e impartía clases de música a sus hijos.

La música y la arquitectura no fueron las únicas artes que le interesaban a Catalina; su mecenazgo se extendía a la pintura y a la literatura. Así, por ejemplo, Lope de Vega le dedico a Catalina de Zúñiga una octava real en la obra Fiestas de Denia al rey católico Felipe III de este nombre.