Roman de Renart (c. 1174)

El Roman de Renart es un extensísimo poema producto de la acumulación de una veintena de narraciones (llamadas branches, «ramas»), escritas por diersos autores de los que solo conocemos los nombres de Pierre de Saint-Cloud y de Richard de Lison, y de otro que sabemos que era un clérigo de Croix-en-Brie. Estos autores solían trabajar independientemente, por lo que la obra en su conjunto no tiene unidad orgánica, identidad de estilo ni trama general común.

Las más antiguas de estas narraciones se remontan a 1174, lo más pronto, y las últimas fueron escritas en los primeros años del siglo XIII. Esta labor y este entusiasmo colectivos por el tema pueden parangonarse al desarrollo de la tarea emprendida por los diversos escritores que colaboran en la creación de las novelas de la Tabla Redonda.

El Roman está escrito en series de pareados octosilábicos y se fundamenta en la narración de una  peripecia movida, divertida y varia y en un evidente espíritu de sátira de la sociedad humana, cuyos conflictos y pasiones sitúa entre animales. Estos animales se mueven, proceden, obran y piensan, y sobre todo hablan, como el hombre, y su conjunto es una especie de burlesco e intencionado microcosmos en el que se retratan las pasiones humanas, las vanidades, los vicios y las estupideces, no con intención moralizadora, sino para divertir a los hombres con esta monumental parodia de la vida.

Los animales del Renart están perfectamente  caracterizados, y todos ellos son familiares y conocidos del hombre (el gato, el gallo, el tejón, la cabra, el lobo, el oso, etc.) y en la vida real circundan su ambiente. El animal mitológico y exótico, que al lado de los reales se catalogan en los bestiarios, entonces tan divulgados, no tiene sitio en el Renart; y solo el rey de todos ellos, Noble, el león, es una fiera que los lectores de estas narraciones podían no haber visto jamás; pero al león es difícil sustraerle su tradicional realeza entre las bestias, y además la heráldica lo había divulgado como emblema de majestad y alcurnia.

Los animales del Renart viven en sociedad –en una sociedad en que se practica la monohamia: Noble, el león, está casado con Fiere; Isengrin, el lobo, con Hersent; Renart,, con Hermeline; Pelez, el ratón, con Chauve, la rata, etc.–, en familia, y se preocupan por sus hijos. Esta sociedad gira en torno de la corte del león, con la cual animales desempeñan cargos palatinos y, cuando es preciso, hacen la guerra ordenadamente. Es esta una abigarrada sociedad en la que son personajes principales o secundarios Belin el cordero, Brun el oso, Tibert el gato, Chantecler el gallo, Pinte la gallina, Ferrant el caballo, Roonel el mastín, Bausant el jabalí, Petir Porchaz el hurón, Bernard el asno, Brichemer el ciero, Bruyant el toro, Conteriau el mono, Conard la liebre, Frobert el grillo, Espinard el erizo, Muiant el mulo, Musart el camello, Petit Pas el ao real, Tardif el caracol, etc.

En la corte del león Noble hay intrigas y banderías, y en ella reinan siempre el desasosiego y el miedo producidos por el zorro Renart, que no vive con los demás, sino en su fortaleza de Maupertuis, con su esposa y sus hijos, y de la que solo sale para hacer daño por el mundo, burlarse de sus congéneres y quebrantar las órdenes y mandamientos de Noble el león, rey de majestad aparente, que hace temblar a todos cuando sacude la melena, pero que constantemente cae en los engaños de Renart o se deja convencer por su solapada dialéctica.

Por encima de la diversidad de las ramas que constituyen el Renart se puede señalar una trama central, olvidada en muchas narraciones episódicas. Renart ha abusado vergonzantemente de Hersent, la esposa del lobo Isengrin, de lo que nace una interminable pugna entre ambos. Isengrin, el desdichado e infeliz marido deshonrado, es objeto de toda suerte de burlas y de malas pasadas por parte del inteligente Renart «que engaña a todo hombre», paradigma de la astucia sin escrúpulos y de la hipocresía calculada, que en algunos trances emplea ardides y tretas que lo hacen una especie de Ulises de los animales. Hersent, la causa del conflicto, es una loba con sorprendente feminidad, que se ruboriza de vergüenza cuando tiene que declarar en el juicio de la corte, y suspira tímidamente.

Pero este mundo animalístico no está situado en un país ideal ni utópico, ni pretende ser una abstracción ni un símbolo. La corte del león y la fortaleza del Maupertuis se encuentran en nuestro mundo normal y cotidiano, del que se hacen algunas precisiones geográficas concretas, y los animales van a robar alimentos a las alquerías, se caen en pozos, entran constantemente en monasterios (que son por lo común de la orden del Císter) y están en frecuente relación con los hombres. Más de una vez el gato Tibert tiene que huir de seres humanos que se han prendado de la belleza de su piel y pretenden desollarlo, y Renart entra en corrales para robar gallinas, como hacen todos los zorros de nuestro mundo.

 

En principio no hay hostilidad entre los hombres y los animales, y aquellos por lo general son menestrales, villanos o palurdos campesinos, con nombres rústicos y a veces groseros, y clérigos poco recomendables, es decir, la sociedad de los fabliaux. Hombres y animales se comunican como en las fábulas y apólogos.