El teatro del siglo XVIII

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En el siglo XVIII se continuó la gran afición al teatro, pues el vigor del teatro barroco era tan fuerte que perduró a lo largo de la primera mitad de siglo con obras de autores que continuaban las fórmulas de Lope y Calderón en temas y argumentos. Era el teatro que interesaba al público, acostumbrado a la espectacularidad barroca. Pero queda solo la imitación conservadora de temas y formas, sin novedad alguna como en No hay deuda que no se pague y el convidado de piedra, sobre el tema el don Juan, de Antonio Zamora (1660-1728).

Se escriben comedias de figurón, un personaje cómicamente ridiculizado, y comedias de magia, muy populares, por los efectos sorprendentes, pese a las duras críticas de los intelectuales ilustrados, reformistas y racionalistas. Poco a poco, los intelectuales reformistas, encabezados por la Poética de Luzán que aplica el Art Poétique de Nicolás Boileau, y seguidos por una serie de importantes dramaturgos que defienden la estética neoclásica, lograrán imponer el nuevo teatro.

De entre los ilustrados, Leandro Fernández de Moratín critica que en el teatro tradicional los censores puedan incluso situarse sobre el escenario o lo absurdo de las comedias de santos y de magia. Gaspar Melchor de Jovellanos considera el teatro como el género más idóneo para instruir al pueblo, por los virtuosos modelos que puede ofrecer, por la recepción masiva de la obra en el teatro, y por la inmediatez de la recepción por los espectadores. En 1765 la polémica lleva a la prohibición de los Autos Sacramentales tanto por el reformismo como por los escándalos de las representaciones pues la mala fama de los actores no cuadraba con la espiritualidad del tema, y eran constantes los desórdenes de los espectadores, que solían asistir de pie, por lo que Jovellanos pide que mejoren las condiciones para que puedan sentarse con la transformación de los corrales de comedias en teatros.

El teatro neoclásico

Los intelectuales y el Gobierno consideran al teatro neoclásico una diversión popular provechosa, pedagógica, con contenido moral y ético, imprescindible para salir del atraso social y cultural. Opinan que el teatro necesita la aplicación de los preceptos clásicos, de modo que, a raíz de la publicación de la Poética de Luzán en 1736, los dramaturgos españoles inician el camino de la imitación de los modelos franceses como Racine, Corneille y Molière. Toda obra teatral debía estar  basada en los preceptos clásicos, con una vuelta a la regla de las tres unidades, como refuerzo de la verosimilitud y la lógica:

  • La verosimilitud de las acciones.
  • La aplicación de la regla de las tres unidades:
    • Acción: el texto dramático desarrolla una acción única.
    • Lugar: se utiliza un solo espacio que evite la proliferación de lugares.
    • Tiempo: el tiempo de la ficción no debe exceder las veinticuatro horas.
  • El enfoque didáctico-moral.

Esa valoración facilita la conversión de los corrales de comedias en teatros a la italiana, cubiertos, con escenario de tres paredes y telón, y una platea con sillas para los espectadores. En Madrid, en el antiguo Corral de la Pacheca se construyó en 1745 el Teatro del Príncipe, el actual Teatro Español. El más nuevo, el teatro de los Caños del Peral, ponía en escena óperas italianas, que arrastraron consigo a un público más selecto. También influyó la reconstrucción del teatro de la Cruz.

La tragedia neoclásica

Respaldado por el conde de Aranda, que quería sentar las bases de un teatro neoclásico español capaz de transmitir sus planteamientos políticos ilustrados, Luzán considera que el objetivo de la tragedia consiste en el escarmiento de los reyes y de los personajes principales, e induce a sus amigos escritores a escribir tragedias ejemplarizantes, basadas en temas de la historia española, que divulguen la ideología liberal. Se escribieron entonces tragedias a imitación de Pierre Corneille, en versos endecasílabos, y que cumplían estrictamente las reglas neoclásicas, pero el resultado fue frío, sin viveza ni fuerza en la expresión.

Unknown-5Nicolás Fernández de Moratín (1731-1780) fue uno de los escritores más comprometido en este empeño. Sus tragedias Lucrecia, Hormesinda y Guzmán el Bueno sirven a este propósito. No obstante, pese a actuar como protagonista la actriz más apreciada por el público madrileño, Mª Ignacia Ibáñez, no tuvieron éxito. Tampoco fue muy celebrada su comedia La petimetra; sin embargo, sus quintillas y romances, inspirados en la más viva tradición española (Fiesta de toros en Madrid) disfrutaron de mayor popularidad por su fuerza y colorido.

Vicente García de la Huerta (1734-1787) escribió una obra de mérito siguiendo la normativa clásica. Se trata de Raquel (1778), tragedia en endecasílabos heroicos, a partir de un tema tradicional: la leyenda toledana protagonizada por una judía, Raquel, amante del rey Alfonso VIII. La fuerza dramática, el lenguaje y la reducción a tres de los cinco actos clásicos hacen pensar en el teatro barroco español y esboza el nuevo teatro romántico.

La comedia neoclásica

Responde a la preocupación por el cumplimiento de la preceptiva neoclásica. Durante este siglo se escriben comedias de considerable calidad y finura, aunque nunca supusieron un movimiento asentado.

De acuerdo con las leyes del decoro poético, solo saca a escena personajes comunes: los burgueses y sus personajes comunes: los burgueses y sus criados. Dado su carácter didáctico, critica los vicios y debilidades de la sociedad, tratando de mostrar la vía de la razón y del sentido común.

Leandro Fernández de Moratín hace la siguiente definición de la comedia:

Imitación en diálogo (escrito en prosa o verso), de un suceso ocurrido en un lugar y en pocas horas, entre personas particulares, por medio del cual, y de la oportuna expresión de afectos y caracteres, resultan puestos en ridículo los vicios y errores comunes en la sociedad y recomendados, por consiguiente, la verdad y la virtud. 

La comedia neoclásica tenía las siguientes características:

  • Lenguaje natural.
  • Intención didáctica.
  • Verosimilitud.
  • Unidad de lugar, tiempo y acción.
  • Uso de la prosa o verso breve.
  • Estudio profundo del carácter de los personajes.
  • La acción dramática pasa  a un segundo plano, frente al diálogo.
  • Escenografía sencilla.

Leandro Fernández de Moratín

Retrato de Leandro Fernández de Moratín de Francisco de Goya (artehistoria.jcyl.es)

Hijo del también escritor Nicolás Fernández de Moratín, Leandro Fernández de Moratín nació en Madrid en 1760. Fue secretario de la Interpretación de Lenguas y director de la Junta de Reforma de los teatros. Durante la guerra de la Independencia se hizo afrancesado y apoyó la monarquía de José Bonaparte. Expulsado por los absolutistas, se trasladó a Barcelona y de ahí a Montpellier, París y Bolonia. Con la llegada del Trienio liberal regresó a Barcelona, pero un año después, huyendo de una epidemia, pasa a Bayona, Burdeos y de nuevo París, donde muere en junio de 1828.

Aunque cultivó diversos géneros, la indiscutible autoridad de Moratín se manifiesta en la comedia, donde supo aunar la estricta ideología neoclásica con el éxito popular. Para él, la comedia debe perseguir por encima de todo una finalidad didáctica y ha de ridiculizar los comportamientos que nacen de la barbarie, la ignorancia y las malas costumbres. Su comedia, de carácter urbano, tiene una dimensión crítica e intelectual, y el deseo decidido de reformar determinadas costumbres españolas. La verdad y la virtud presiden sus obras, escritas en prosa y con una clara intención moral. Su modelo constante fue Molière, a quien tradujo; y, como él, admira la autenticidad en el ser humano, por lo que en su obra es frecuente la denuncia de la hipocresía burguesa.  Su producción dramática se limita a cinco comedias: Moratín condena los matrimonios concertados por conveniencia en El viejo y la niña, El barón, El sí de las niñas; los efectos negativos que una educación represiva produce en los jóvenes  en La mojigata o arremete contra la mediocridad literaria del momento La comedia nueva o el café.

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El sí de las niñas es la obra maestra de Moratín. Respeta todas las normas del teatro neoclásico: la regla de las tres unidades, la verosimilitud y la finalidad didáctica. Moratín critica los matrimonios concertados en los que una joven se desposa con un hombre mucho mayor que ella por decisión de sus padres y defiende el derecho de las mujeres a escoger libremente la persona con la que quieren casarse. En la obra presenta una pareja de jóvenes enamorados, don Carlos y doña Paquita, obligados a ocultar su amor, porque doña Irene, la madre de doña Paquita, ha prometido a su hija en matrimonio a don Diego, un honorable y rico caballero de su propia edad, que resolvería con la boda los problemas económicos de doña Irene. Don Diego descubre por una carta amorosa el amor de los dos jóvenes y cambia su papel de pretendiente por el padrino de la boda, no sin dejar de advertir al auditorio sobre los perjuicios que causan en los jóvenes una equivocada educación.

Interesante, ¿no? Vosotros también podéis elegir libremente entre leer la obra o ver la representación. Para aquellos que deseen leer la obra sólo tienen que hacer clic en la portada del libro:

es.wikipedia.org

Y aquellos de vosotros que prefiráis ver la obra representada, sólo tenéis que darle al play en el siguiente video:

PARA LOS QUE QUIERAN SABER MÁS…

Como siempre, la Biblioteca Virtual Cervantes nos ofrece un buen material sobre la vida, la obra, así como estudios, audios, imágenes, etc. Completísimo.

La prosa de Moratín es una de las más claras y elegantes del siglo XVIII, podéis comprobarlo leyendo este fragmento y realizando las actividades de comprensión lectora.

Un crucigrama sobre Fernández de Moratín.

Leandro Fernández de Moratín, además de al teatro, se dedicó también a la poesía. Podéis escuchar dos de sus poemas:  la epístola El filosofastro y el soneto La despedida.

Drama sentimental o comedia lacrimosa. 

Procede de Francia. El autor pretende provocar en el espectador sentimientos de ternura y compasión. La pieza más significativa fue El delincuente honrado (1774) escrito por Jovellanos. La obra combina su adaptación a las reglas clásicas con la exaltación de los sentimientos característicos del prerromanticismo. El argumento es el siguiente: Torcuato, el protagonista, se confiesa culpable de haber matado en duelo a un hombre (sin haberlo hecho) para salvar a un amigo suyo injustamente acusado. Condenado a muerte por su padre, que ignora que está juzgando a su propio hijo, se salva en el último momento por un indulto del rey. Además del contenido filosófico, Jovellanos envuelve la obra en una sensibilidad emotiva de corte rousseauniano, filantrópico y sentimental, que permite considerarla como la primera obra dramática romántica de la escena española.

El teatro tradicional

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En la polémica que recorre el siglo entre los partidarios del teatro tradicional y los defensores del neoclásico, las formas populares irrumpen como respuesta nacional frente a la imposición del teatro francés. A través de diversos géneros como el sainete, el nuevo género de la zarzuela o la tonadilla como intermedio musical se representa la vida nacional española en sus costumbres y sus rasgos más pintorescos.

El sainete hereda la tradición de los pasos de Lope de Rueda, los entremeses de Cervantes y las obras cortas de Luis Quiñones de Benavente. Es una pieza cómica y popular, en un solo acto. Su verdadera importancia está en que se convirtió en vehículo de transmisión del realismo social de la España de su tiempo.

En esta línea  de teatro nacional sobresalió Ramón de la Cruz, a quien la crítica convirtió en defensor de la vida popular española frente al afrancesamiento neoclásico. Su gusto por lo popular y lo castizo pronto llevó al autor madrileño a cultivar el sainete. Sus sainetes son cuatrocientas piezas breves que retratan el Madrid castizo de la época, como Las castañeras picadas, La pradera de San Isidro, El fandango del candil, Manolo, El Muñuelo. Constituyen todos ellos valiosos cuadros de costumbres, verdaderos documentos de época, escritos generalmente en verso corto: romances, seguidillas, letrillas u otras formas populares. Fue un autor muy popular, a pesar de las críticas de los ilustrados, como los de Moratín (padre e hijo), que le reprochaban sus excesos caricaturescos; pero eran caricaturas críticas con una enseñanza moral, según los preceptos neoclásicos.

Podéis ver este vídeo que presenta unos sainetes de Ramón de la Cruz estrenados por la Companía Nacional de Teatro Clásico en 2011:

PARA LOS QUE QUIERAN SABER MÁS…

La Biblioteca Virtual Cervantes nos ofrece una página sobre Ramón de la Cruz. Estupenda, como siempre.

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[Fuentes: BLECUA, José Manuel [et al.] (2008), Lengua castellana y Literatura 1º, Madrid: Editorial SM; FERNÁNDEZ  SANTOS, Alonso [et al.] (1992), Literatura 2º, Barcelona: Magisterio Casals; ARROYO CANTÓN, Carlos [et al.] (2006), Lengua castellana y Literatura 1º de Bachillerato, Madrid: Oxford; GARCÍA MADRAZO, Pilar [et al.], (2008) Lengua castellana y literatura 1º de Bachillerato, Zaragoza: Edelvives. Proyecto Zoom;  MELÉNDEZ, Isabel [et al.], (1996) Lengua y literatura castellana 4º ESO, Madrid: ESLA; PASCUAL, José A. [et al.](2008) Lengua y literatura 1º Bachillerato, Madrid: Santillana; ESCRIBANO, Elena [et al.](2008), Lengua castellana y Literatura 1º Bachillerato, VALENCIA: ECIR; MARTÍ, S. [et al.] (2002), Lengua castellana y Literatura 1º Bachillerato, Barcelona: Teide.]