Flamenca (c. 1287)

Flamenca es una novela provenzal escrita, supuestamente, entre 1240 y 1270 en Rouergue, condado occitano al norte de Albi, de la que sólo se conserva un manuscrito incompleto (faltan el arranque y el final), de 8.095 versos, en la Biblioteca de Carcasona (Francia), y un fragmento, de ocho versos, en Palma de Mallorca.

La novela tiene como tema el tan conocido motivo del viejo celoso casado con una mujer joven. Con una sutileza admirable, llena de matices y finas observaciones, se sigue el proceso de los amores de Guillem de Nivers –experto en el manejo de las armas y conocedor de la literatura profana, tanto en latín como en romance, y que había estudiado en París las siete artes liberales– con la hermosa Flamenca (nombre que significa «llameante»), esposa de Archimbaut de Borbó.  El joven Guillem es caracterizado como militar e intelectual, un hombre tanto de armas como de letras, síntesis de la oposición medieval entre el clérigo y el caballero.

El celoso Archimbaut tiene estrechamente recluida a Flamenca en una torre de su castillo, donde languidece acompañada de sus doncellas Alís y Margarida, y solo la deja salir de su encierro de vez en cuando para ir a un establecimiento de baños, ya que la acción está situada en Bourbo-l’Archambault, famoso por sus aguas termales. También puede salir todos los domingos y fiestas de guardar para asistir a misa. Archimbaut ha mandado construir una especie de palco en la capilla de su castillo para que la hermosa dama pueda ver la misa, pero no pueda ser vista, excepto cuanto, por exigencias del rito, tiene que ponerse de pie.

Guillem de Nivers, enamorado «de oidas» de Flamenca, solo por la fama que le ha llegado de su hermosura, decide hacerla suya superando con audacia e ingenio los obstáculos interpuestos por el marido. Se hace amigo del cura que celebra en la capilla del castillo, se lo gana con simpatía y dádivas, y logra que le permita ayudarle en la celebración del misa como acólito. En la celebración medieval de la misa, en el momento de la paz, el monaguillo se acercaba a los asistentes con un libro sagrado para que lo besaran. Guillem comprende que esta es la única oportunidad que va a tener de acercarse a Flamenca. Un domingo, ejerciendo de monaguillo, la dama se le aproximó como exigía el rito, y al inclinarse para que besara el libro, Guillem le dijo en voz muy baja las palabras «Ai las!» (¡Ay de mí!). Estas dos palabras desazonaron a Flamenca, que comentó largamente con sus dos doncellas; siguiendo el consejo de estas, el domingo siguiente, al besar el libro, la dama murmuró: «Que plans?» (¿De qué te quejas?). Y así este diálogo en el que solo era posible emitir dos palabras cada vez, se prolongó durante veinte días. Siguiendo rigurosamente el calendario litúrgico de un año en que la Pascua cae el 23 de abril, inmerso en las sutilezas y penetrantes observaciones psicológicas que llenan más de mil setecientos versos, el diálogo fue así:

Domingo, 7 de mayo. Guillem: «Ai las!» (¡Ay de mí!).
Domingo, 14 de mayo. Flamenca: «Que plans?» (¿De qué te quejas?).
Domingo, 21 de mayo. Guillem: «Mor mi» (Me muero).
Domingo, 28 de mayo. Flamenca: «De que?» (¿De qué?).
Jueves de la Ascensión, 1 de junio. Guillem: «D’amor» (De amor).
Domingo, 4 de junio. Flamenca: «Per cui?» (¿Por quién?).
Domingo de Pentecostés, 11 de junio. Guillem: «Per vos» (Por vos).
Lunes de Pentecostés, 12 de junio. Flamenca: «Qu’en puesc?» (¿Qué puedo hacer?).
Domingo, 18 de junio. Guillem: «Garir» (Curar).
Sábado, 24 de junio, San Juan. Flamenca: «Conssi?» (¿De qué modo?).
Domingo, 25 de junio. Guillem: «Per gein» (Con ingenio).
Jueves, 29 de junio. San Pedro. Flamenca: «Prenl’i» (Tómalo).
Domingo, 2 de julio. Guillen: «Pres l’ai» (Ya lo he tomado).
Domingo, 9 de julio. Flamenca: «E cal?» (¿Y cuál?).
Domingo, 16 de julio. Guillem: «Iretz» (Iréis).
Sábado, 22 de julio, la Magdalena. Flamenca: «Es on?» (¿Adónde?).
Domingo, 23 de julio. Guillem: «Als banz» (A los baños).
Martes, 25 de julio. Santiago. Flamenca: «Cora?» (¿Cuándo?).
Domingo, 30 de julio. Guillem: «Jorn breu» (El próximo día)
Martes, 1 de agosto, San Pedro ad vincula. Flamenca: «Plas mi» (Me place).

Y, en efecto, el día siguiente, el miércoles 2 de agosto, Guillem y Flamenca tiene su primer encuentro en los baños,  a los que Guillem llega por un subterráneo que ha hecho construir desde su residencia.

La bisílaba conversación entre Guillem y Flamenca, prolongada durante veinte días, parece calcada de las reflexiones dialogadas que solían intercalar en sus canciones algunos trovadores, principalmente Peire Rogier y Giraut de Bornelh. Pocas veces una novela medieval ha conseguido escenas tan afectivas y acertadas como la que se desarrolla entre Flamenca y sus dos doncellas cuando, el segundo día, de regreso de la capilla, la dama les comunica su primera respuesta («Que plans?»), pues teme haber proferido estas dos palabras demasiado quedamente por temor a que el marido, que la seguía, las advirtiera y está dudosa de si realmente las oyó Guillén. Para salir de dudas reconstruyen la escena en la alcoba: una de las doncellas toma de una mesa la novela de Flores y Blancaflor, y, haciéndola servir de misal, se acerca a Flamenca y se la da a besar; y la dama repite «Que plans?» con el mismo tono de voz y la misma intensidad que poco antes en la capilla, y el resultado es satisfactorio: la doncella que sostenía el libro ha oído las palabras perfectamente.

Esta escena, emotivo interior doméstico, nos lleva a la intimidad de la alcoba de una gran dama medieval, que tiene el Flores y Blancafor como libro de cabecera y nos confirma que las grandes señoras, que ya sabían leer y habían alcanzado gran sensibilidad, distraían sus largas horas de soledad y ocio leyendo novelas idílicas.

Durante un tiempo, Guillem y Flamenca  mantienen amores clandestinos en los baños públicos (con escenas bastante subidas de tono) y son felices… hasta que el marido, de repente, deja de ser celoso y todo vuelve a su sitio: con el fin de los celos, acaba el adulterio, porque el esposo ya no merece el castigo. Incluso amante y marido terminan siendo amigos, aunque, al faltar el final (es posible que las lagunas del texto no sean fortuitas, sino fruto de la censura), no sabemos lo que el destino le deparó a Flamenca.

El argumento de la novela condensa, a juicio de Anton M. Espadaler, profesor de Literatura medieval  en la Universidad de Barcelona,  «una crítica a los celos, una defensa de las letras, del amor en libertad y en ausencia de pecado, y una defensa de la cultura trovadoresca frente a la severidad de la postura de la Inquisición y la Iglesia».

Podría afirmarse que la novela reivindica la igualdad plena entre hombre y mujer en pleno siglo XIII. Estas ideas tan revolucionarias parecen remitir a los partidarios de la herejía del Libre Espíritu.

El mal querer de Rosalía

Tras siglos de olvido, la novela Flamenca se ha puesto de moda a raíz de la publicación del álbum El mal querer de la artista Rosalía. Tal como ella misma señala, el disco tiene su origen en la lectura que la joven Rosalía realizó de esta novela. A partir de esta lectura, Rosalía ha compuesto un disco en el que cada capítulo (Augurio, Boda, Celos, Disputa, Lamento, Clausura, Liturgia, Éxtasis, Concepción, Cordura y Poder) expresa, alegóricamente, un momento de la relación.

 

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