Luisa Carvajal y Mendoza

Juan de Courbes: Retrato de Luisa de Carvajal y Mendoza, estampa a buril incorporada a la Vida y virtudes de la venerable virgen Doña Luisa de Carvajal de Luis Muñoz, 1623

Una vida esperable e inesperada

La vida de Luisa de Carvajal y Mendoza viene a desmentir muchos de los prejuicios que tenemos sobre la vida de las mujeres escritoras de la época.  Normalmente, cuando hablamos de mujeres escritoras renacentistas solemos encontrarnos con grandes lagunas biográficas y/o con enormes dificultades para encontrar sus obras. También es frecuente que  vivan toda su vida en el reducido espacio de un convento o una corte,  a los que difícilmente se tiene acceso; es decir, estamos acostumbrados/as a que sus vidas hayan transcurrido espacios silenciosos y silenciados.  Sin embargo, nuestra autora, pese a que murió relativamente joven, llevó una vida asombrosamente activa y llena de polémica.

Vista de Sevilla y del río Guadalquivir (siglo XVI), donde llegaban los galeones de la Flota de Indias. Cuadro atribuido a Alonso Sánchez Coello.

Carvajal va a vivir en una  de las épocas más turbulentas y apasionantes de las historia de España: en ella se produce la Contrarreforma, las luchas contra los ingleses, la rebelión de los Países Bajos contra la dominación española, la invasión de Italia, las luchas contra los turcos en el Levante español y la conquista de América.  No obstante, Luisa de Carvajal, pese a la sólida formación intelectual que tuvo, no se limitó a sentarse y escribir, sino que eligió hacer, eligió batallar.

Luisa de Carvajal y Mendoza llama la atención por la multiplicidad de papeles que tuvo que representar en su vida, su pasión religiosa, vital, y el desenfreno con que se entregó a las causas que eligió como objetivos.  A pesar de ser una mujer entregada a una lucha, también supo dejar constancia de ello en sus escritos y esto nos permite poder echar una mirada a esos mundos frecuentemente silenciados en que vivió y escribió la autora. Carvajal, a través de su epistolario y de su autobiografía, abre una ventana a lo que sucedía entre bastidores en el teatro político y tras las puertas cerradas de los palacios.

Una infancia de orfandad y maltrato 

Nació en una aldea cacereña, Jaraicejo, el 6 de enero de 1566, y murió en Londres curiosamente el mismo día, en 1614. La misma Luisa de Carvajal nos cuenta en su autobiografía su nacimiento, en el que ya muestra su innata inclinación a la divinidad:

«Sirviose la dulcísima virginidad de Dios de echarme al mundo tras muchos ruegos y oraciones de mi madre, que con insistencia le pedía una hija»

Efectivamente, sus padres, Francisco de Carvajal y  María de Mendoza, habían tenido ya cinco varones. Ella fue, la quinta y última hija de la familia Carvajal y Mendoza. Poco tiempo residió su familia en Jaraicejo, pues su padre fue destinado a León como corregidor.

Cuando tenía seis años muere primero su madre y casi inmediatamente después su padre, con el que no debía de tener una muy buena relación, si tenemos en cuenta el desapego y la crítica poco disimulada que muestra hacia él cuando habla de su muerte. Parece que anduvo en pleitos con su hermano Rodrigo a causa de la herencia paterna y este hecho debió de afectarla durante la redacción de sus memorias.

Huérfana, deambula en manos de parientes y «curadores». Por expreso deseo de su padre es Isabel de Ayllón la encargada de acompañarla y cuidarla durante sus primeros años en Madrid. Carvajal la menciona a menudo, recordando la dureza con que la educó y los muchos castigos físicos a los que la sometía. La misma autora nos cuenta cómo ocultaba al resto de los parientes con los que convivía los golpes y hematomas que su cuidadora le producía y cómo, cuando eran descubiertos, ella excusaba a su cuidadora/maltratadora. Esta asociación dolor-amor-placer/sierva-señora-víctima que se origina aquí se extrapolará a la relación amorosa con Cristo en la poesía religiosa de Carvajal y al resto de su autobiografía, alcanzando su máxima expresión en la narración sobre las penitencias extraordinarias.

Desde León, la niña viaja a la corte de Madrid y queda bajo la tutela de doña María Chacón, que había sido aya de las infantas Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela. En 1576 muere también su tía doña María y pasa a la custodia de su tío, el marqués de Almazán, Francisco Hurtado de Mendoza. En su biografía hace un relato minucioso (y aterrador) de cómo acabó viviendo en la fortaleza de Monteagudo con don Pedro González de Mendoza, quien cuidaba también a las dos hijas del marqués:

Y pareciéndole a mi curador buena ocasión para que se cumpliese el gusto del marqués, mi tío, sin esperar que volviesen los ausentes, con solo la licencia de don Bernardo de Rojas, que ahora es cardenal de Toledo, hijo de la tía difunta, y tenía a su cargo todas las cosas que tocaban a su madre, me llevaron a Almazán, y entregaron a don Pedro González de Mendoza, hermano de mi abuelo, a cuyo cargo estaban las hijas del marqués y el gobierno de su estado; y él mismo me llevó a la fortaleza de Monteagudo, donde estaban mis primas, doña Isabel y doña María, niña de mi edad.

La violencia ascética en la vida de Luisa de Carvajal

Don Francisco Hurtado de Mendoza tendrá bajo su tutela a Luisa desde los diez años hasta bien entrada su juventud. Allí recibirá una esmerada educación: lecciones de latín, lectura de los clásicos, conocimientos cristianos y práctica de la caridad. Además de esta educación, propia de una dama de la nobleza, el tío de Luisa de Carvajal va a iniciar a esta en los caminos del ascetismo, la disciplina y las penitencias. Por consejo de su tío, Luisa, en su temprana adolescencia, practica la mortificación y el castigo de la carne:

Y no con menos cuidado me exhortaba mi buen tío a una perfecta obediencia y negación de mi propia voluntad; que decía que era contagiosa peste espiritual y fundamento de millones de males; y que, de no haberla procurado eficazmente quebrantar y vencer muy a los principios, se tornaban torcidísimos caminos en grandes y chicas materias; y, fortificada con la costumbre larga, atravesaba por cualquier razón sabia sin darle oídos; y que así, los muy voluntariosos no solo hacen pecados, pero desacreditan sus naturales entendimientos en materias morales y de prudente gobierno. Y de mil modos probaba y quebrantaba la mía. Y cuidando en esto y más cada día, se resolvió de ejercitarme en modo bien extraordinario y dificultoso a mi natural humor, teniendo yo entonces catorce años de edad.

‘La Magdalena en el desierto’, obra de Alonso Cano, de 1653, en el Museo del Prado.

Es muy difícil hacer una lectura neutra de esta descripción cruda y violenta de las penitencias ordinarias y extraordinarias a las que la sometía su tío. Luisa de Carvajal nos hace testigos de un momento íntimo, definitivamente secreto, en el que en su deseo de elevarse hacia el Amado, Cristo, se somete a torturas y humillaciones. Desde el punto de vista literario, está claro que la calidad de la descripción hace que estas lecturas sean tan perturbadoras: las alusiones a la desnudez, a la edad de la penitente, a la presencia del tío en la sombra, la frialdad del suelo, la «sierva» que golpea con cuerdas de vihuela hasta cien veces  o más, la slágrimas de amor… es inevitable relacionarlo con una escena, brutal y oscura, de literatura sadomasoquista.

El desafío a la autoridad: «Solo obedezco a Dios»

Hasta este momento, Luisa de Carvajal se ha comportado como una muchacha obediente: acató en su momento la autoridad de su aya y, más tarde, la autoridad de su tío, pero, tras la educación ascética en el castillo de Almazán, Luisa alcanza un estado de independencia intelectual que le permite alejarse de la casa familiar y emprender su propio camino. No nos encontramos con una mujer desposeída y débil, sino una mujer que se ha criado en un ambiente noble y que es plenamente consciente de su autonomía y de su fuerza: empiezan los desafíos.

Desde los quince años, con la salud resentida por las extremas disciplinas a las que se ha sometido, rechaza la posibilidad de un futuro casamiento, tanto por la honda vocación religiosa que siente, como porque, como ella misma dice, «fui muy seca y huraña con mi contrario sexo, propiedad con que parecía haber nacido». Llevó además una vida independiente desde que su tío la autorizó en 1591 a vivir en otra casa con unas criadas y más aún con la muerte en 1592 de sus tíos los marqueses, momento en que reclamó su herencia paterna y la donó a la Compañía de Jesús, conmovida por la ejecución en Inglaterra del jesuita inglés Henry Walpole. Encontró una humilde casa en la calle de Toledo (Madrid) y desde entonces empezó a convivir con sus antiguas criadas como una más, imponiéndose una vida de pobreza, de privaciones y de humillaciones, con arrebatos de misticismo. Además, hizo voto de pobreza en 1593, de obediencia en 1595 y de martirio en 1598. En esta fecha escribió: «Procuraré, cuanto me sea posible, buscar todas las ocasiones de martirio que no sean repugnantes a la ley de Dios». En esta época empezó a escribir acerca de sus experiencias místicas y desarrolló la mayor parte de su producción poética.

Entre los años 1602 y 1605 se instaló en Valladolid para seguir de cerca el proceso de recuperación de su herencia. Allí realizó los ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola e hizo escribir su testamento.

Como vemos, Carvajal se define como mujer a través de su negativa al matrimonio, su autonomía económica y su pertenencia a la aristocracia. Estas circunstancias y sus elecciones personales la dotan de libertad como mujer y de poder en los círculos religiosos y políticos. Se presenta a sí misma como una mujer humilde ante Dios y beligerante ante sus contemporáneas. Luisa de Carvajal reta a la autoridad del mundo, representada por su hermano —con quien disputa su derecho a la herencia—, su tío, el marqués, y el mismísimo rey, pero al mismo tiempo respeta la estructura social, la jerarquía de la Iglesia y, sobre todo, los principios de las sagradas escrituras. Podría decirse que solo Dios gobierna a Carvajal.

No es el único caso: el acceso de las mujeres al poder en esta época viene marcado por el origen noble; las mujeres, que dentro de la nobleza, se decantaban por una vida virtuosa y religiosa, multiplicaban su respetabilidad. Era un poder obtenido a partir de una posición económica y social ventajosa que les permitía contar con una formación cultural adecuada y una independencia económica, pero que exigía la castidad.

Viaje a Londres: Luisa Carvajal, soldado de Cristo

Conspiración de la pólvora

El espíritu de lucha de los jesuitas, soldados de Cristo, casaba muy bien con la necesidad de acción  de Luisa de Carvajal. Los jesuitas se negaron a crear una rama femenina de su orden, pero aceptaron el apoyo y la ayuda económica de mujeres como Luisa de Carvajal que se convirtieron en incondicionales de su misión. Pasa un periodo de entrenamiento como «madre» en una casa de Madrid y cuando consigue reunir el apoyo y los fondos para su cruzada, marcha a Londres, uno de los focos más violentos de las luchas religiosas europeas. Llega en el peor momento, sin dinero y justo antes de la «Conjuración de la pólvora», el intento de volar por los aires el Parlamento inglés por parte de los católicos el 5 de noviembre de 1605. La misma Luisa de Carvajal nos explica por qué eligió precisamente Londres para su cruzada:

Siendo de diecisiete años, y no sé si aún menos, en mi retirada oración empecé a tener grandes deseos de martirio: esto era, morir por el dulcísimo Señor que murió por mí, aun primero que yo tuviese ser para reconocerlo. […] Y representábame Inglaterra, pareciéndome que si me hallara en ella, me fuera de los grandes consuelos que pudiera tener y casi haberme reducido al estado de la primitiva Iglesia, o persecuciones de las antiguas.

La llegada a la mayoría de edad de Luisa coincide con el momento álgido de la crisis con Inglaterra. Luisa de Carvajal se suma a la lucha de los jesuitas contra los protestantes con una militancia activa y entregada. No es una mujer con ambición propia, pone su talento y sus contactos al servicio de su fe. No le interesa la diplomacia, ni las negociaciones, no valora la paz. Es toda una integrista religiosa.

The area of Smithfield in London, England around 1554 from the Works of William Shakespeare. Vintage etching circa mid 19th century.

Por su carácter fuerte y batallador no rehuía la provocación. Tras aprender inglés, no sin esfuerzo, inició su apostolado visitando a sacerdotes y legos católicos prisioneros en las cárceles. Los anglicanos la acusaron de ser un hombre disfrazado de mujer. Escribió al valido duque de Lerma, llegó a arrancar pasquines antipapistas, a polemizar en la calle. Fue arrestada en 1608, creó una congregación femenina católica y alentó a los perseguidos católicos ingleses en su fe. Su casa londinense en el Spítele se convirtió en refugio de pobres, peregrinos y católicos, a los que ayudaba sin cesar a pesar de sus estrecheces económicas. Todo ello ocasionó no pocos problemas a la corte inglesa de Jacobo I, quien deseaba mantener la paz con España, y  a los embajadores españoles Pedro de Zúñiga y, desde 1613, Diego Sarmiento de Acuña (conde de Gondomar), quien la protegió en la embajada cuando finalmente el arzobispo de Canterbury, George Abbot, ordenó su detención.

Real Monasterio de la Encarnación (Madrid)

La corte de Madrid ordenó que saliera de Inglaterra, pero su quebrantada salud hizo que muriera antes en casa del conde de Gondomar el 2 de enero de 1614. Sus restos no llegaron a España hasta agosto de 1615 y fueron enterrados en el Real Monasterio de la Encarnación de Madrid, donde se conservan sus manuscritos autográficos. En 1625 se iniciaron las informaciones para su beatificación, reanudadas en 1910- 1911 y también en fechas más recientes, pero han sido abandonadas finalmente por las dificultades que se presentan.

LA OBRA LITERARIA DE LUISA DE CARVAJAL

Su obra literaria consta de cincuenta poemas y ciento ochenta cartas dirigidas a personajes importantes de la época.  Sus poemas se conocieron por copias manuscritas y solo después de morir la autora aparecieron algunos publicados dentro de la biografía que redactó el licenciado Luis Muñoz en 1634.

Como puede deducirse de su vida, toda la temática de la obra de Luisa de Carvajal es eminentemente religiosa. En cuanto a las formas, Carvajal ensayó todas las formas de la poesía de su época: letrillas, décimas, romances, liras, redondillas, villancicos, octavas reales y sonetos.

Hay que entender la obra de Carvajal dentro del complejo aparato artístico que maneja la autora, su uso de la poesía religiosa y el sistema de símbolos culturales en el que esta se inserta. La negación de su propio cuerpo es la clave de la mayor parte de su vida y de su obra. Luisa de Carvajal cree que negando su propio cuerpo se afirma el Cuerpo, la Sangre y la Carne humanos y divinos. En este contexto hay que entender su poesía, que exalta el amor místico con Dios, a veces de un modo casi sexual. Reproduce los símbolos y alegorías propios de la mística, como la paradoja del «vivir-sin-vivir» que aparece en su Romance espiritual de interiores sentimientos:

Asaltos tan rigurosos
sufres sin desalentarte:
Dime, flaco corazón,
¿haste vuelto de diamante?
Entre esas llamas fogosas
que te cercan y combaten,
parece te tiene amor
tan hecho a sus propiedades,
que, cuando fuerte te quiere,
fuerte eres e inexpugnable,
y cuando de blanda cera,
te derrites y deshaces.
Entre mortales heridas,
y dolores desiguales,
de amor vives, y esa vida
te alivia y te satisface.
Quéjaste en los accidentes
y sientes su rigor grave,
no habiendo gloria en la tierra
con quien gustes de trocarle.
Que sólo el vivir, muriendo
porque no mueres, te aplace;
la libertad te atormenta
y sirve de estrecha cárcel.
Y por oscuras mazmorras
suspiras, y ausentes trances:
¡Oh, en cuán extraña cadena
quiso Amor aprisionarte!

También aparecen otras imágenes típicas de la poesía amorosa-mística: el amor como llama,  el matrimonio entre Cristo pastor y el alma pastora; asimismo aparece el locus de la vida como navegación en un mar tempestuoso, el peligro del «naufragio» y el «puerto-Dios» como salvación. Encontramos el repertorio de la vida como «guerra», como «cárcel», el alma como «jardín».

Para aquellos/as interesados/as en leer la obra de la autora, está disponible en la página web del Cervantes virtual. Podéis acceder pinchando en la imagen:


Su epistolario lo componen cartas de no poca extensión, dirigidas a religiosas, padres de la Compañía de Jesús, prelados, personajes de la nobleza y el mismo rey; su interés histórico reside, sobre todo, en los amplísimos informes que remite a los políticos del momento sobre la situación que vive Inglaterra; incluso se atreve a proponer medidas prácticas que podrían tomarse; igualmente, constituyen una fuente inestimable para conocer la persecución que padecieron los católicos en la Inglaterra de principios del siglo XVII y también la política europea de estos años.

Por ellas sabemos, además, que Londres le parecía una ciudad sucia, ruidosa y violenta; que no le gustaba nada la comida inglesa («la comida tiene buen aspecto, pero no huele ni casi sabe a nada»). En comparación con España, Inglaterra le parece un país casi bárbaro, como demuestra el hecho de que solo en Londres, según escribe, se enviase cada mes a la horca a un mínimo de veinticinco ladrones, «algunos niños de diez u once años». La escritora siente también repugnancia por las instalaciones sanitarias  y señala que «Inglaterra tiene más pestilencias que Egipto», lo que no es de extrañar pues se usaban, como explica, los mismos carros para transportar un día hortalizas y al siguiente, víctimas de la peste. Londres, una ciudad de entonces unos 200000 habitantes, que vivían hacinados en casas de madera, le resulta a Luisa de Carvajal difícil de soportar por los ruidos constantes de los vecinos, que no la dejan dormir, y la violencia de sus calles.

SABER MÁS…

María Esther Alegre Carvajal, profesora de la UNED, nos cuenta en este audio algunas cosas más de Luisa de Carvajal:

Fuentes: