LOS TEXTOS PERSUASIVOS o ARGUMENTATIVOS
La argumentación es la forma de discurso empleada cuando se pretende defender una opinión mediante pruebas y razonamientos. Argumentamos sobre asuntos que están sujetos a controversia, es decir, que admiten opiniones diferentes, cada una de las cuales pueden encontrar «razones» que la hagan aceptable. Lo que intenta el emisor del discurso persuasivo o argumentativo es convencer a su receptor de que debe adherirse a la opinión que él o ella defiende.
Dentro de los textos argumentativos podemos diferenciar dos ámbitos fundamentales:
La argumentación sobre hechos
Los hechos funcionan como «conclusión», puesto que se trata de demostrar que determinado hecho se produce o se ha producido. Sería el caso de demostraciones científicas, sumarios judiciales, etc.
La argumentación sobre opiniones
En este tipo de argumentación adquieren una importancia fundamental las convicciones personales y las creencias colectivas (entendidas ambas como ‘opiniones muy arraigadas’), las «escalas de valores», etc. elementos todos ellos que el emisor tiene en cuenta para hacer prevalecer su opinión sobre otras posibles. Se apoya también sobre hechos, pero estos aquí funcionan, en cambio, no como conclusión, sino como argumento o prueba para defender la propia opinión.
Los aspectos pragmáticos de los textos persuasivos
Un texto persuasivo, como acto comunicativo, no es, en su forma básica, más que un enunciado en el que un emisor dirige a un receptor un «argumento» o razón para hacerle admitir una conclusión.
Fíjate en este ejemplo:
Incluso en un ejemplo tan básico, se pueden encontrar en él dos funciones comunicativas diferentes: una función referencial (se transmite una determinada información: implícitamente, que el tabaco es perjudicial) y una función conativa o apelativa, que es la predominante (se pretende convencer al receptor de que deje de fumar).
Se intenta, por un lado, convencer al receptor del propio punto de vista -y para ello se dan argumentos- y, por otro lado, se le intenta persuadir de que haga algo, confiando en la fuerza de los argumentos aportados. Ello explica que apenas podamos encontrar textos argumentativos puros: lo normal es que se combine exposición y argumentación, puesto que, usualmente, se exponen ideas para después defenderlas.
Además, también es habitual que, para que la fuerza de la persuasión sea mayor, se utilicen elementos con función expresiva, mediante los cuales el hablante manifiesta su subjetividad:
En la argumentación sobre opiniones, la actitud del emisor es lógicamente subjetiva. Sin embargo, como intenta convencer a los receptores de que esa opinión es la más acertada, lo usual es que pretenda que su actitud tenga una aparente objetividad: cuanto más objetivo parezca su discurso, más aceptable parecerá al receptor lo que se argumenta.
El papel del receptor es fundamental. Si quiere ser efectiva, la argumentación habrá de tener en cuenta a quién va dirigida. Por ejemplo, en la publicidad actual se han percatado de que los jóvenes «millennials» no se sienten especialmente interesados por los coches y les importan otros aspectos como la ecología. Así, uno de los anuncios de coches actuales animan a no utilizar el coche:
En cuanto a la situación comunicativa, puede ser muy variada. Se utilizan argumentaciones tanto en la vida familiar o en las relaciones interpersonales como en otros ámbitos más formalizados: la vida académica, los medios de comunicación, los procedimientos judiciales, la publicidad, etc. Cada uno de estos contextos de comunicación impone características diferentes a los discursos. A pesar de la variedad, podemos establecer, sin embargo, dos situaciones muy generales que dan lugar a dos tipos diferenciados de textos argumentativos:
Textos argumentativos bilaterales
Están dirigidos a un destinatario que está presente en el momento de la comunicación y que, por consiguiente, puede responder; así sucede, por ejemplo, en la mayoría de los actos de relación interpersonal y también en debates, mesas redondas, tertulias, etc. En estos casos, las opiniones defendidas pueden ser serias y los participantes, además de argumentar a favor de la propia, han de rebatir la contraria y contraargumentar. El discurso, por tanto, se caracteriza por ser abierto: solo parcialmente puede ser planificado de antemano y, por el contrario, está sujeto a cambios constantes en respuesta a las intervenciones del interlocutor.
El debate José María Aznar vs. Felipe González (1993)
El 1993 fue año electoral y la campaña se animó porque, por primera vez, parte de la batalla política se jugó en un plató de televisión. Se celebró el primer debate televisado de nuestra historia.
El 24 de mayo Manuel Campo Vidal presentó el encuentro entre Felipe González y José María Aznar, que hicieron historia al ser los primeros candidatos que se enfrentaron en un cara a cara en directo.
Desde el primer minuto, un joven Aznar acosó a su rival con datos catastróficos del estado de nuestro país. y el juicio fue unánime, los titulares del día siguiente dieron la victoria al presidente del Partido Popular. Sin embargo, se celebró un segundo asalto y González estaba dispuesto a tomarse la revancha. Los asesores del socialista sabían que el apartado económico era el punto débil del PP y González atacó por ese flanco.
González consiguió igualar el marcador en este debate, pero los años de desgaste le pasaron factura y el 6 de julio de 1993 el PSOE ganó las elecciones, pero perdió una mayoría absoluta que les había acompañado desde 1982.
Textos argumentativos unilaterales
Estos textos están dirigidos a un destinatario ausente que no puede intervenir a su vez como emisor. Es el caso, por ejemplo, de editoriales de periódico, de artículos de opinión, anuncios publicitarios, ensayos de cualquier disciplina, etc. La imposibilidad de que el destinatario pueda responder a sus afirmaciones obliga al autor o la autora de estos textos a planificar perfectamente la línea de su argumentación buscando los argumentos más convincentes y adecuados a su intención, y también previendo los posibles contraargumentos para rebatirlos.
Podéis oír aquí una argumentación del periodista Iñaki Gabilondo sobre un tema muy actual: la independencia de Cataluña y el 155.
Aspectos estructurales de los textos argumentativos
La estructura de contenidos de un texto argumentativo ha de explicarse siempre en relación con su intención comunicativa, es decir, la de convencer al receptor de una determinada idea. Aunque hay una gran variedad de estructuraciones posibles, en todo texto argumentativo se pueden observar dos elementos básicos que, de una u otra manera, han de aparecer necesariamente: la tesis y el cuerpo argumentatio.
La tesis
Es la idea que se pretende demostrar con argumentos. Puede aparecer al principio, en el medio o al final del texto; incluso puede no estar enunciada. de forma que tenga que ser el receptor quien la deduzca (tesis implícita).
Es importante no confundir la tesis con el tema: el tema de un texto puede ser, por ejemplo, la contaminación medioambiental; la tesis, en cambio, será determinada opinión del autor sobre este tema; por ejemplo, la contaminación medioambiental solo puede combatirse con éxito si se cambia primero el modelo socioeconómico.
El cuerpo argumentativo
Constituye la argumentación propiamente dicha: la aportación de todo tipo de «razones» que permiten al autor o autora convencer al destinatario. Estas «razones» o ideas que el autor o autora utiliza para confirmar su tesis se denominan argumentos y son muy variados.
Estructuras básicas de la argumentación
La tesis y los argumentos pueden aparecer en el texto realizados en estructuras muy diversas y combinarse con otros componentes. Las dos estructuras básicas que podemos encontrar se relacionan con los procedimientos de razonamiento lógico: la deducción y la inducción.
Este vídeo puede ayudarte a entender mejor en qué consiste la deducción o pensamiento deductivo y la inducción o pensamiento inductivo:
Procedimiento inductivo
Se parte de una serie de hechos concretos, se muestran las relaciones entre ellos y, remontándose desde los efectos hasta sus causas, se llega a enunciar una «idea general» que los explica. En este tipo de estructura la tesis suele aparecer al final y sirve como conclusión.
Procedimiento deductivo
El razonamiento arranca de una idea general que utiliza para establecer como conclusión una idea más concreta.
Combinando estos dos modelos básicos se puede construir un texto con estructuras muy variadas y de distinta complejidad que no son más que variantes de las anteriores:
Estructura deductiva o sintetizante: la tesis aparece al comienzo del texto
Aristóteles, Política
Estructura inductiva o analizante: la tesis aparece al final del texto
Bernardo Soubiron, Hijos de Homero
Estructura encuadrada: la tesis aparece al principio y al final del texto
ESTRUCTURA CLÁSICA DE LA ARGUMENTACIÓN
Con todo es todavía muy frecuente encontrar textos argumentativos que se ajustan en mayor o menor medida a la estructura característica de la retórica clásica, por ejemplo en los procesos judiciales. Distinguía esta disciplina cuatro partes en el texto argumentativo bien construido:
Introducción
Según la intención del autor debía servir para enmarcar el problema que se debate (presentando una serie de ideas generales, formulando la tesis, enumerando los temas que se van a tratar o el orden en que se va a hacer), para captar la atención del destinatario (señalando la importancia o novedad del asunto, presentando hechos sorprendentes y curiosos, narrando un caso particular…) o para predisponerlo a favor de su tesis mediante distintos recursos retóricos.
Exposición
Tiene como función informar al destinatario de los hechos significativos relacionados con la idea o tesis que se pretende defender. Los clásicos aconsejan que la exposición de hechos se caracterice sobre todo por su claridad y brevedad. La presencia de fragmentos expositivos (y también a menudo descriptivos o narrativos) en los discursos argumentativos resulta muy normal y frecuente para utilizar un hecho o una idea como argumento a favor de una tesis es necesario exponerlos al destinatario.
Argumentación
Es el lugar del discurso donde se presentan las pruebas o argumentos pertinentes para la comprobación de la tesis, tanto aquellos que están dirigidos a confirmarla como los que se utilizan para refutar la tesis opuesta. Tendrá asimismo una organización interna determinada; con todo, pueden distinguirse dos formas básicas en la disposición de argumentos:
- Argumentación en cadena: las ideas utilizadas como argumento se van derivando lógicamente unas de otras, hasta llegar a la conclusión final.
- Argumentación por adición: las ideas no se subordinan unas a otras por su contenido, sino que se llega a la demostración de la tesis por la suma de los diferentes argumentos expuestos.
Conclusión
Como la introducción, puede cumplir varias funciones, recordar la tesis defendida presentándola como ya confirmada; resumir las ideas fundamentales que se han desarrollado, o incluso cerrar el texto con un detalle de ingenio.