Dante Alighieri (1263-1321)

DANTE ALIGHIERI (1263-1321)

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Dante Alighieri (Florencia, 1265- Rávena, 1321) fue el poeta italiano más importante de su época. Su obra maestra, la Divina comedia,  constituye una de las cimas de la literatura universal.

Perteneciente a una familia aristocrática, Dante comenzó su actividad literaria desde muy joven y se inició en el cultivo de la lírica siguiendo el estilo que él mismo bautizaría como dolce stil nuovo, expresión con la que alude a la poesía italiana que, en la segunda mitad del siglo XIII, evita los tópicos de la poesía cancioneril y busca una expresión dulce –más sencilla y cercana– del sentimiento amoroso para adaptarse a los gustos de la pujante clase burguesa.

Siendo aún muy joven se enamoró de Beatriz Portinari, cuya muerte en 1290 lo marcaría profundamente. Dante hace un homenaje a Beatriz en la Divina comedia, además de tomarla como inspiración para su obra Vida nueva (1292).

Dante intervino como miembro de los güelfos blancos  en las luchas entre los partidarios del Imperio y el Papado. A consecuencia de sus actividades  públicas como miembro del Consejo de los Ciento, fue desterrado de Florencia. En el exilio, Dante defendió apasionadamente los derechos del emperador y la necesidad de reconstruir el antiguo Imperio, idea que no abandonó hasta su muerte.

Vida Nueva

Dante Alighieri conoció a Beatriz a los nueve años de edad, y desde entonces su vida quedó marcada por un amor puro y vehemente que le durará toda la vida. El poeta dedicará a la joven, muerta a los veinte años,  Vida Nueva, y la hará su guía por el Paraíso en Divina Comedia, una de las cumbres de la literatura universal. Lee este texto de la Vita nuova donde Dante narra el momento en que conoció a Beatriz:

Desde mi nacimiento la esfera celeste había cumplido nueve veces su recorrido, cuando por primera vez mis pupilas contemplaron a la gloriosa dueña de mis pensamientos, a la que llamaban Beatriz (…) Al aparecer ante mis ojos, cubierto de nobleza el semblante y vestida con una roja túnica, honesta; con el talle ceñido encantadoramente y adornada cual convenía a sus jóvenes años, sentí que el espíritu rebosante que habita en el lugar más íntimo de mi pecho empezó a latir lleno de vigor, todo mi cuerpo fue un eco de aquel reflejo (…) Y en realidad desde aquel momento puedo afirmar que el Amor es señor de mi alma, y tan unidos están ambos seres y tanto me domina, gracias a la misma fuerza que mi imaginación le da, que a la fuerza soy su siervo. Ante tal circunstancia me sentí como si secretamente algo me obligara a ir en busca de aquel joven ángel y seguir lleno de mansedumbre a persona tan gentil.

A continuación, puedes leer otro fragmento de la Vita nuova donde Dante comenta la belleza de Beatriz y la impresión que causa en los que la observan:

“Tanto levantaba la admiración de las gentes aquella gentil doncella, que las personas, al verla pasar por alguna calle, corrían con gran ansia con el único propósito de contemplarla, cosa que a mí me producía un gozo indescriptible. Si por casualidad alguno se le acercaba, su modestia era tan ilustre que a quien trataba de verla le comunicaba cierto temor y no se atrevía ni a levantar la vista del suelo, ni a responder a su saludo, hecho del que han sido testigos muchos que con sus palabras podrán atestiguarlo a cualquier persona que leyese estas páginas. En efecto, iba rodeada de cierta aureola humilde y gentil, y andaba sin enorgullecerse de sus admiradores ni de las palabras elogiosas que a su alrededor brotaban. Después que pasaba, unos decían: “No es mujer, sino una de las más perfectas criaturas del cielo”. y otros: “¡Maravillosa mujer! Bendito sea el Señor, que así la ha formado”. Sin temor a equivocarme, puedo asegurar que su aparición estaba tan llena de nobleza y circundada de encanto, que cuantos la veían experimentaban una emoción imposible de explicar, y a su pesar del pecho le surgían hondos suspiros. Así era creadora de estos y otros efectos prodigiosos, gracias a su virtud. Cavilando sobre estas dotes, me propuse expresarlas en palabras para que todos, tanto aquellos que la conocían como los que sólo supiesen de ella por oídas, pudiesen hacerse una idea de sus encantos, escribí este soneto:

Tan gentil, tan honesta, en su pasar, es mi dama cuando ella a alguien saluda, que toda lengua tiembla y queda muda y los ojos no la osan contemplar, Ella se aleja, oyéndose alabar, benignamente de humildad vestida, y parece que sea cosa venida un milagro del cielo acá a mostrar. Muestra un agrado tal a quien la mira que al pecho, por los ojos, da un dulzor que no puede entender quien no lo prueba. Parece de sus labios que se mueva un espíritu suave, todo amor, que al alma va diciéndole: suspira

Dante reconoce el peligro que corre aquel que ama. En el soneto A hace una advertencia. En el soneto B habla del dolor que siente:

Soneto A

Oh vosotros, que por los senderos del Amor andáis, deteneos y ved si hay dolor más hondo que el mío. Oídme sólo os ruego y después juzgad si no soy cifra de todas las penas.

No por méritos de los que ando tan escaso sino por su misma condición, vida tan suave y dulce Amor me dio que a muchos decir oía: “¿Acaso merece tal corazón gozar tanto júbilo?”

Mas toda aquella inmensa alegría surgida de tesoro tan amado se ha desvanecido y mis palabras son cenizas cargadas de dudas.

Y como aquellos que se esconden por su pobreza fingiendo sonrisas con gestos pacíficos, por dentro el corazón llorando se me extingue.

Soneto B

¿De dónde venís, peregrinos, que vais ensimismados en otras cosas tan distintas al mundo que os rodea? ¿Acaso de distantes tierras como os sugiere el semblante?

¿Por qué no sois manantiales sin freno al atravesar esta ciudad tan triste, y como personas que nada sabéis del agudo dolor pasáis con los cauces secos?

Si os paraseis y oyerais lo que os digo, el pecho me asegura que no os alejaríais sin acompañarme en el acorde del llanto.

Pues esta ciudad ha perdido a su hermosura Beatriz y las palabras que la recuerdan sólo a las lágrimas dan pie y a la tristeza

La Divina comedia

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La obra más importante de Dante es la Divina comedia, poema alegórico imprescindible en la cultura y la literatura europea, tanto medieval como prerrenacentista, ya que su texto abre nuevas puertas y caminos creativos que marcarán la evolución del arte en las siguientes décadas.

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Originalmente, Dante tituló su obra simplemente Comedia (Commedia), término usado en su época para aquellas obras en las que las dificultades o los retos a los que se enfrenta el protagonista se resolvían en un final generalmente feliz.  El primero en llamar «Divina» a esta Commedia fue el poeta del siglo XIV Giovanni Boccaccio aludiendo tanto a su contenido espiritual como a la extraordinaria belleza del estilo.

La redacción de la obra ocupó doce años de la vida del poeta Dante Alighieri quien, como se ha indicado antes,  era ya un poeta conocido del dolce stil nuovo.  Los temas de su poesía eran la política y las pasiones personales y la Italia de finales del siglo XIII le proporcionaba material abundante.

Florencia, la amada patria del poeta, se hallaba en esta época envuelta en luchas de poder ente el Papado y el Estado. En la Divina Comedia aparecen retratadas figuras clave de la época, lo que aportó un grado de sensacionalismo que contribuyó al éxito del poema. Debido a sus disputas políticas, Dante fue exiliado de Florencia y, aunque ello le causó gran dolor, le permitió el sosiego necesario para componer su célebre alegoría sobre la filosofía, la moral y las creencias de su mundo medieval.

La Divina comedia de Dante encaja en la tradición épica posclásica: es larga, heroica, alegórica y con frecuencia nacionalista –reflejando el activo papel de Dante en la política florentina–. Sin embargo, también es original e innovadora en diversos aspectos. Así como en las epopeyas clásicas el narrador omnisciente permanecía fuera del relato, Dante introduce al narrador en el texto; utiliza audazmente el dialecto toscano en lugar del tradicional latín; y fuerza el modelo de la epopeya combinando el pensamiento clásico y sus motivos filosóficos con la filosofía europea contemporánea y el simbolismo cristiano.

Dante lleva al lector a un viaje a través del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso — del pecado y la desesperación a la salvación final–, dibujando al detalle la geografía de cada esfera y evocando una realidad casi física.  Su obra recuerda a muchas epopeyas clásicas que relatan viajes al inframundo y, como otras anteriores, es una alegoría: el viaje por el inframundo simboliza la búsqueda del sentido personal por parte de Dante.

La Divina comedia se divide en tres grandes partes: Infierno, Purgatorio y Paraíso. A su vez, cada una de estas partes se subdivide en cantos compuestos por tercetos.

Desde el punto de vista de su construcción literaria, la obra de Dante está llena de elementos simbólicos, entre los que destaca la importancia del número tres. Esta cifra, que alude a la trinidad cristiana, está presente en toda la obra: tres son las partes que la componen, tres los versos de cada una de sus estrofas y tres los personajes principales, dotados, a su vez, de significado alegórico: Dante (que representa al ser humano), Beatriz (alegoría de la fe) y Virgilio (alegoría de la razón). El simbolismo numérico continúa: la obra está compuesta por tres partes de 33 cantos a los que se suma el prólogo, lo que hace el número 100 , considerado el número perfecto.

La obra posee, por tanto, un complejo sentido alegórico y trascendente. El argumento presenta a Dante, en mitad de su vida, perdido en una selva oscura, donde le acechan tres terribles fieras (las pasiones). De allí le saca el genio de la poesía, Virgilio, enviado por Beatriz, quien vela desde el Paraíso por su enamorado. Virgilio invita a Dante en sus recorridos por el Infierno y el Purgatorio.

El Infierno

En esta primera parte, Dante recorre, acompañado de Virgilio, los nueve círculos infernales. En cada círculo observan a un grupo de condenados por diversos pecados, incluyendo a personajes literarios, mitológicos e históricos a los que juzga y valora por sus acciones y cualidades. Cada uno de los castigos descritos se ajusta al pecado cometido y se repite eternamente. Las almas de los aduladores, por ejemplo, pasan la eternidad enterradas en excrementos, como recordatorio de las palabras que profirieron. Los seductores son atormentados por diablos cornudos que descargan sobre ellos sus látigos hasta convertirlos en carne tumefacta. Con sus viscerales descripciones sobre los castigos del Infierno, Dante invita al lector a reflexionar sobre sus propias faltas, a cambiar de ritmo y a vivir en armonía con los otros y con Dios.

El Purgatorio

Dante y Virgilio llegan al Purgatorio. Siguiendo con la imagen de los círculos concéntricos del Infierno, el Purgatorio se presenta como una montaña con laderas escalonadas y redondas, simétricas a los círculos infernales. El Purgatorio es un lugar dedicado a los pecadores que vivieron con egoísmo en la Tierra, pero que mostraron un remordimiento suficiente como para que se les ofrezca la esperanza de la salvación. En el Purgatorio pueden purgar y prepararse para entrar al Cielo.  A medida que ascienden la montaña, atravesando los siete niveles que representan los siete pecados capitales, Dante y Virgilio se encuentran con individuos que trabajan penosamente para superar los defectos que dieron lugar a sus pecados. Las almas orgullosas, por ejemplo, cargan enormes piedras en la espalda para aprender humildad. En cada uno de los escalones, Dante se redime de uno de sus pecados. Hacia el final de esta parte, Dante y Virgilio deben despedirse, ya que los paganos –como Virgilio– no pueden acceder al Paraíso. Esta despedida constituye una de las escenas más conmovedoras de toda la obra.

El Paraíso

Dante, al fin, llega al Paraíso, descrito como una rosa en la que cada uno de los pétalos es un alma. Allí es donde el poeta se encuentra con su amada muerta, Beatriz. Beatriz viene a representar la eterna guía femenina, el corazón y el alma de la humanidad. Ella es la que intercede por la salvación de Dante, y es a través de ella como Dante llega a entender el amor de Dios. Dante recorre con ella las nueve esferas del Paraíso, cada una de ellas vinculada a un cuerpo celeste, de acuerdo con la idea geocéntrica medieval del universo, y a una jerarquía angélica. Más allá de las esferas está Dios en el Empíreo, un Cielo más allá del espacio y el tiempo.

 

La Divina comedia se convirtió en el modelo de la poesía alegórica de los siglos XIV y XV. Su enorme influencia ha seguido viva hasta la actualidad.

LA DIVINA COMEDIA – TEXTOS

Dante se pierde en una «selva oscura», es amenazado por tres fieras: un leopardo (la lujuria o la envidia), un león (la violencia o la soberbia) y una loba (la codicia, la avaricia). Entonces se encuentra con Virgilio (la razón, la sabiduría humana), que lo guiará en su viaje al infierno:

A mitad del camino de la vida yo me encontraba en una selva oscura, con la senda derecha ya perdida. ¡Ah, pues decir cuál era es cosa dura esta selva salvaje, áspera y fuerte que en el pensar renueva la pavura! Es tan amarga que algo más es muerte; mas por tratar del bien que allí encontré diré de cuanto allá me cupo en suerte. Repetir no sabría cómo entré, pues me vencía el sueño el mismo día en que el veraz camino abandoné. Mas tras llegar al cerro que subía allí donde aquel valle terminaba que con pavor a mi alma confundía, al mirar a la cumbre vi que estaba vestida de los rayos del planeta que el buen camino a todos señalaba […] Tras reposar un poco el cuerpo laso, mi camino seguí por tal desierto, más bajo siempre el pie que no da el paso. Y, apenas el camino me hube abierto, un leopardo liviano allí surgía, de piel manchada todo recubierto; parado frente a mí, frente me hacía cortando de ese modo mi camino, y yo, para volver, ya me volvía. […]

A continuación puedes  leer uno de los más famosos pasajes de la Divina Comedia: el encuentro de Dante con Paolo Malatesta y Francesca da Polenta. Francesca,  hija de Guido da Polenta, señor de Rávena, casó con Gianciotto Malatesta, señor de Rimini, en 1275, pero se enamoró de su cuñado Paolo, como ella misma relatará al poeta. Descubierta su pasión, ambos fueron asesinados por el marido, al que, se dice, aguarda Caína, es decir, el infierno de los asesinos, pues en 1300, año en que se supone que ocurre el viaje de Dante, aún no había muerto.

Bajé desde el primero hasta el segundo círculo que menor trecho ceñía más dolor, que me apiada, más profundo.

Minos horriblemente allí gruñía: examina las culpas a la entrada y juzga y manda al tiempo que se lía. […]

Allí multitud de almas se revuelve; una tras otra a juicio van pasando; dicen y oyen, y abajo las devuelve.

«¡Oh tú que al triste hospicio estás llegando», dijo al fijarse en la presencia mía, el importante oficio abandonando,

ve cómo entras y en quién tu alma confía; no te engañe la anchura de la entrada!» «¿Por qué así gritas?», replicó mi guía,

no impedir quieras su fatal jornada: así se quiso allá donde es posible lo que se quiere, y no preguntes nada.»

Ahora empieza mi oído a ser sensible a las dolientes notas, ahora llego donde me alcanza un llanto incontenible.

En un lugar de luz mudo me vi luego, que mugía cual mar tempestuosa a la que un viento adverso embiste ciego.

La borrasca infernal, que nunca cesa, en su rapiña lleva a los espíritus; volviendo y golpeando les acosa. Cuando llegan delante de la ruina, allí los gritos, el llanto, el lamento; allí blasfeman del poder divino. Comprendí que a tal clase de martirio los lujuriosos eran condenados, que la razón someten al deseo. Y cual los estorninos forman de alas en invierno bandada larga y prieta, así aquel viento a los malos espíritus: arriba, abajo, acá y allí les lleva; y ninguna esperanza les conforta, no de descanso, mas de menor pena. Y cual las grullas cantando sus coplas largas hileras hacen en el aire. así las vi venir lanzando aye. a las sombras llevadas por el viento. Y yo dije: «Maestro, quién son esas gentes que el aire negro así castiga.» «La primera de estas almas, que ves, de perdición», me respondió, «la emperatriz ha sido de muchas hablas de distinto son. Presa de la lujuria, ha confundido la libido y lo lícito en su ley por huir del reproche merecido.

Semíramis se llama: fue del rey Nino la sucesora, y fue su esposa, donde se asienta del sultán la grey.

La otra al suicidio se entregó amorosa y las siqueas cenizas traicionó; detrás va Cleopatra lujuriosa;

mira a Helena, que al tiempo convocó de la desgracia a Aquiles esforzado, que por amor, al cabo, combatió.

Ve a Paris, a Tristán». Y así ha nombrado de aquellas almas un millar corrido, que amor de nuestra vida ha separado.

Y después de escuchar a mi maestro nombrar a antiguas damas y caudillos, les tuve pena, y casi me desmayo. Yo comencé: «Poeta, muy gustoso hablaría a esos dos que vienen juntos y parecen al viento tan ligeros.» Y él a mí: «Los verás cuando ya estén más cerca de nosotros; si les ruegas en nombre de su amor, ellos vendrán.» Tan pronto como el viento allí los trajo alcé la voz:»Oh almas afanadas, hablad, si no os lo impiden, con nosotros.» Tal palomas llamadas del deseo, al dulce nido con el ala alzada van por el viento del querer llevadas. ambos dejaron el grupo de Dido y en el aire malsano se acercaron, tan fuerte fue mi grito afectuoso:[…] Tras un cortés saludo una de las sombras –Francesca– comienza el relato de sus desventuras: La tierra en que nací está situada en la Marina donde el Po desciende y con sus afluentes se reúne. Amor, que al noble corazón se agarra, a ese prendió de la bella persona que me quitaron; aún me ofende el modo. Amor, que a todo amado a amar le obliga, prendió por este en mi pasión tan fuerte que, como ves, aún no me abandona. El Amor nos condujo a morir juntos, y a aquel que nos mató Caína espera.» Estas palabras ellos nos dijeron. Cuando escuché a las almas doloridas bajé el rostro y tan bajo lo tenía, que el poeta me dijo al fin: «¿Qué piensas?» Al responderle comencé: «Qué pena, cuánto dulce pensar, cuánto deseo a estos condujo a paso tan dañoso.» Después me volví a ellos y les dije y comencé: «Francesca, tus pesares llorar me hacen triste y compasivo; dime, en la edad de los dulces suspiros cómo o por qué el Amor os concedió que conocieseis tan turbios deseos. Y repuso: «Ningún dolor más grande que el de acordarse del tiempo dichoso en la desgracia; y tu guía lo sabe. Mas si saber la primera raíz de nuestro amor deseas de tal modo, hablaré como aquel que llora y habla; Leíamos un día por deleite, cómo hería el amor a Lanzarote solo los dos y sin recelo alguno. Muchas veces los ojos suspendieron la lectura, y el rostro emblanquecía pero tan solo nos venció un pasaje. Al leer que la risa deseada era besada por tan gran amante, este, que de mí nunca ha de apartarse, la boca me besó, todo el temblando, Galeotto fue el libro y quien lo hizo; no seguimos leyendo ya ese día.» Y mientras un espíritu así hablaba lloraba el otro, tal que de piedad desfallecí como si me muriese; y caí como un cuerpo muerto cae.

Las palabras de Francesca acerca de su amor están inspiradas en el sentimiento trovadoresco y del dolce stil nuovo; recuerdan el famoso verso de Guido Guinizzelli: «Al cor gentil rempaire sempre amore» (Al corazón noble siempre vuelve el amor»).

En este pasaje se inspirará el marqués de Santillana para su obra El infierno de los enamorados, donde, junto a los mismos personajes que cita Dante, sustituye la presencia de Paolo y Francesca por la del famoso poeta Macías, al que de igual modo nos presenta Juan de Mena en su Laberinto de Fortuna (recuerda el famoso verso «amores me dieron corona de amores»), no condenado, sino situado en la rueda que rige el planeta Venus en su gran alegoría.

 
[Referencias:VV.AA.: Lengua y literatura 1 Bachillerato (Libro de recursos), Madrid: Santillana (2008); Grupo Juan de Mairena, Literatura Universal, Madrid: Akal (1998); Calero Heras, José: Literatura española y universal, Barcelona: Octaedro (1999)].