Sem Tob y los Proverbios morales

Sem Tob ib Ardutiel ben Isaac nació en Carrión de los Condes, pueblo habitado mayoritariamente por judíos.

Nada sabemos de la profesión o de los medios de vida de Sem Tob de Carrión. Tradicionalmente, se le ha llamado rabí o rabino, pero hay que aclarar que —aunque algunos rabinos son mantenidos por una comunidad judía para que hagan de maestros y guías espirituales— la de rabí no es entre los judíos propiamente propiamente una profesión, sino un título —literalmente significa ‘mi maestro’— que se da a quien ha recibido una formación que le hace sabio conocedor de las Escrituras.

Como judío culto de su época, debió de recibir una formación rabínica, basada en el conocimiento del hebreo y en el estudio de la ley escrita y oral judías, es decir, de la Biblia y del Talmud y el Midrás. Su dominio del hebreo le permitió leer las obras en verso y prosa de las grandes figuras de la literatura hebrea medieval, especialmente de los clásicos del siglo IX al XII, como Semuel ibn Nagrela, Selomón ibn Gabirol, Mosé ibn Ezra, Yehudá ibn Tibbón, Bahya ibn Pacuda o Meir Abufalia, autores cuya influencia se deja sentir en su obra. También se inspira en la Guía de perplejos del médico y filósofo Maimónides, que pudo leer en su traducción al hebreo o en su versión original árabe.

Hasta el siglo XIII fue frecuente que los judíos cultos hispánicos supieran la lengua árabe; aunque ese conocimiento era más raro a mediados del siglo XIV, es indudable que Sem Tob conocía el árabe, porque tradujo de esta lengua el tratado sobre liturgia sinagogal Misvot zemaniyot (Obligaciones de los tiempos), del autor judío toledano del siglo XIV Yistaerl ben Yosef ben Yiarel

La semblanza más completa —y enigmática— de Sem Tob la ofrece el poeta judío Yosef ibn Sasón, que vivió en Frómista y en Carrión de los Condes, donde sin duda lo conoció, ya que intercambió con él varios poemas. En uno de ellos escribe en hebreo un retrato que podría traducirse así:

Eminente caballero que camina por el sendero de la sabiduría, que sopesa y suspende el verso y cuyos libros encantan y su decir es hermoso; ordena sus capítulos como si fuesen versos y con su sabiduría anonada a los sabios; comparados con él, los demás vecinos parecen vacas. Es tan eficaz en la cría de ganados como en la versificación. Es compositor que destruye rocas y habla desde el hisopo al cedro y sus poemas son expertos y maravillosos. En sus manos porta el cetro de los gobernantes y  se extiende sobre todo el reino de España. 

El pasaje es, cuando menos, confuso: no sabemos si se trata de un texto metafórico, irónico o incluye hechos que se desconocen (como la dedicación a la cría de ganado de Sem Tob).

Debate del cálamo y las tijeras

Sem Tob compuso varias obras en hebreo. En prosa rimada hebrea escribió (al parecer en Soria en 1345) el debate Ma’sé harab (Cuento del maestro), también conocido como Milhémet haet vehamisparáyin (Debate del cálamo y las tijeras), que se inspira en el género satírico en prosa rimada de la literatura árabe llamado maqama; en el Ma’sé harab la pluma y las tijeras discuten entre sí sobre cuál de ellas es el instrumento más adecuado para escribir.

El texto de Sem Tob es una sátira, una parodia de estos debates que probablemente esconda un contenido más profundo en su interior. Para algunos autores se trata de un contenido político relacionado con las realidades del momento y las persecuciones de los judíos y para otros las tijeras son una metáfora de la soledad. En cualquiera de los casos, independientemente del significado metafórico que pueda tener el escrito, solo la interpretación literal aporta también una información muy valiosa que a menudo ha pasado desapercibida en los análisis herméticos, esta es, la descripción sobre la técnica de escribir con tijeras, es decir, recortando las letras en el papel.

El relato arranca en una mañana fría de invierno en la que Sem Tob se enfrenta a la soledad de no tener quien le visite en un día en que abandonar la protección de su chimenea sería una locura. Recurre entonces a su más fiel amigo, aquel que mejor le comprende y nunca le abandona, aquel que «…no tiene corazón y entiende mis pensamientos, y sin oídos oye lo que siento».

En esta primera parte recurre a la sabiduría de la pluma, alaba sus cualidades, describe sus virtudes y, en el momento, en que va a empezar a escribir, el pobre cálamo se da de bruces con la tinta congelada, que ha pasado a tener la dureza del azabache. Es entonces cuando comienza la discusión pues Sem Tob, que había confiado en su mejor amigo, se encuentra con que este le ha fallado. El cálamo, sin embargo, se defiende ante las acusaciones de su maestro ya que no es culpa suya que la tinta se haya convertido en tierra.

En su alabanza al cálamo, Sem Tob utiliza muchos tópicos árabes como considerarlo el mejor amigo del hombre, aunque sea sordo y capaz de expresar las ideas, aunque sea mudo.

En general, casi todas las metáforas que utiliza el autor para referirse a la tinta o al cálamo maravillan al lector occidental, pero pueden parecer repetitivas para los expertos en tratados islámicos.

Al rescate del rabio acuden entonces las tijeras. Comienza así el debate propiamente dicho en el que las tijeras exponen su adecuación para recortar el papel en forma de trazos, mientras que el cálamo afirma que él ha sido diseñado especialmente para esa tarea. Las tijeras alegan que su escritura es muchísimo más bella, siendo esta su principal ventaja, además de que pueden ser empleadas en cualquier circunstancia, incluso en climas adversos.

Por otro lado, el cálamo argumenta que la escritura de tijeras es una barbarie que destroza el papel y lo deja hecho pedazos y que para colmo el proceso es extremadamente lento:

«Antes de que tú escribas una línea, yo escribiré los libros de Ezra y Daniel y cada palabra de la Torá, con cada palabra en su tiempo y lugar apropiado.»

Para zanjar la discusión recurren a un árbitro. Acuden al mercado en busca de un hombre pobre pero sabio para que decida la función de cada instrumento. El hombre acude a la casa del rabino y allí le piden que utilice cada instrumento para la tarea que le corresponda: utiliza el cálamo para escribir y las tijeras para retocarse la barba.

Las tijeras actuales fueron un invento romano. En la imagen unas tijeras egipcias parecidas a las que utilizaría Sem Tob.

Sem Tob es también autor de varios poemas hebreos: una oración penitencial (viduy o ‘confesión’) que aún se reza en la liturgia sefardí del día de Yom Kippur, la celebración más solemne del calendario judío; una bacasá (poema que suele cantarse en las comunidades sefardíes a la puesta del sol del sabat), titulada Yam Cohélet (Mar del Eclesiastés), que tiene como particularidad que está compuesta por cerca de dos mil palabras que comienzan todas por la letra mem (m del alfabeto hebreo); y cuatro pizmonim, poemas litúrgicos que se entonan durante la parte principal del oficio sinagogal.

Los Proverbios morales

Los Proverbios son una amplia colección de cerca de 3000 versos escritos en pareado alejandrino con rima interna (ABAB). Sem Tob dedicó este libro al rey Pedro I de Castilla en el inicio de su reinado (1350); en la primera estrofa, el autor se presenta con las siguientes palabras:

«Señor rey, noble, alto, oíd este sermón
que viene a decir Sem Tob, judío de Carrión"

Sem Tob escribe este poema para reclamar ante Pedro I el pago de una deuda que había contraído con su padre, Alfonso XI. Tampoco sabemos la naturaleza de la deuda: si se trataba de una auténtica deuda económica o una deuda moral por una merced prometida por servicios prestados.

En cuanto al contenido, el poema de Sem Tob responde a una concepción muy medieval y oriental: tras una introducción en que el autor se presenta y se dirige al rey Pedro I solicitándole el pago de la deuda, se tratan múltiples temas morales (el buen y el mal obrar, la misericordia divina, la fortuna, la necesidad de mesura incluso en la virtud, la oposición de contrarios, la necesidad de adaptar la propia conducta a las circunstancias, el justo medio, el elogio del trabajo, las pasiones humanas, la utilidad de las riquezas, la amistad, la hospitalidad, la nobleza y la vileza, el elogio de la sabiduría, el oficio de juez, el secreto, la soledad, el abuso de poder, etc.) sin seguir un orden aparente y enlazando un tema con otro por asociación, para acabar volviendo a los elogios al destinatario y a la petición inicial.

Del contenido del poema se deduce que cuando lo compuso posiblemente era ya de cierta edad, que había tenido alguna relación con la corte de Alfonso XI, y que era un hombre culto, con formación rabínica y, a juzgar por las fuentes que utiliza, conocedor del hebreo y del árabe, además del castellano.

En este texto se recoge la vieja y rica tradición judeoespañola. El Talmud parece inspirar muchos de los versos del rabino de Carrión. Esto no impide que en ellos asomen muchos aspectos de la realidad que rodea al poeta. La imagen de Sem Tob es sumamente atractiva por su mesura y sensatez, por su talante activo:

Trabaje ante ante cuemo si en el su poder
del omne fuese mesmo el ganar o el perder.
E para conortarse, sy lazrare en vano,
debe bien acordarse que non es en su mano.

Sus consejos son tanto espirituales, incluso metafísicos, como prácticos. A veces  en curiosa yuxtaposición:

No tiengas en vil omre por pequeño quel veas,
nin escrybas tu nomre en carta que non leas.

Los Proverbios morales son a veces tan pragmáticos que rayan en la inmoralidad. Así ocurre cuando nos recomienda no poner por escrito los acuerdos para poder negarlos más tarde si nos conviene o cuando nos aconseja poner a salvo nuestras cosas, antes de disponernos a dañar las ajenas.

La afición al saber, cultivada en la tradición judaica, es uno de los motivos centrales de los Proverbios:

En mundo tal cabdal   non a como el saber:
nin eredat nin al, nin ningun otro aver.

El poeta tiene una conciencia clara de pertenecer a una comunidad odiada y despreciada. En algunos célebres versos reclama la atención para su libro, a pesar de ser obra de un judío.

Algunos pasajes de la obra se basan en obras de la literatura sapiencial árabe, y singularmente en el compendio de dichos y sentencias reunidos en el siglo IX por el médico de Bagdad Hunain ib Isac bajo el título de Kitab adab alfalasifa (Libro de los dichos de los filósofos).

No puede afirmarse que Sem Tob sea un gran poeta. Su libro es más simpático que inspirado. Pero no hay que negarle originalidad expresiva ni menoscabar la belleza y concisión con que muchas veces es capaz de visualizar lo abstracto.

El marqués de Santillana, Íñigo López de Mendoza, lo menciona elogiosamente en su Prohemio e carta al condestable de Portugal (c. 1449), al hablar de los poetas de la generación de su abuelo, Pero González de Mendoza:

«Concurrió en estos tiempos un judío que se llamó Rabí Santó; escribió muy buenas cosas e entre las otras proverbios morales, en verdat de asaz comendables sentençias. Púselo en cuento de tan nobles gentes por grand trobador, que así commo él dize en uno de sus proverbios: 
No vale el açor menos por nasçer en vil nío
ni los exemplos buenos por los dezir judío» 

Los Proverbios morales debieron de tener una difusión bastante amplia, tanto entre cristianos como entre judíos. Así parece indicarlo el hecho de que se hayan conservado cinco manuscritos del siglo XV que contienen la obra y que fueron copiados en circunstancias muy diversas y para públicos muy diferentes: uno de ellos, conservado en la universidad de Cambrigde, es un códice aljamiado (escrito en castellano con caracteres hebreos), que contiene también un poema judío sobre la historia del José bíblico, todo lo cual indica que los Proverbios morales, escritos por un judío para un rey cristiano, gozaban de difusión y consideración entre los judíos; otros tres manuscritos (que están hoy en la Biblioteca Nacional de España, en la Biblioteca del Monasterio de El Escolrial y en la Real Academia Española) se copiaron para uso de cristianos, y en ellos aparece la obra de Sem Tob de Carrión junto a otros libros morales y sapienciales castellanos o composiciones medievales como la Danza de la muerte, el Poema de Fernán González o la Revelación de un ermitaño; por último, el más descubierto (en los archivos de la Inquisición de Cuenca) apareció en el proceso inquisitorial de 1492 contra Ferrán Verde, un mercader converso acusado de judaizar, quien lo copió de memoria para aportarlo en su proceso como prueba de descargo.