La prosa religiosa renacentista

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En la segunda mitad del siglo XVI, coincidiendo con la Contrarreforma y el auge de la poesía mística, aparece una prosa de tema moral y religioso que, en algún caso alcanzó gran difusión.

El pensamiento contrarreformista se canaliza por las obras teológicas (el padre Vitoria y Melchor Cano) y el espiritualismo ascético-místico (Fray Luis de Granada, Fray Luis de León, Santa Teresa y San Juan de la Cruz).

Fray Luis de Granada


Fray Luis de Granada
se encuentra en una línea de religiosidad más intimista. Escribió el Libro de la oración y la meditación, que le acarreó problemas con la Inquisición por defender en él la superioridad de la oración mental sobre el rezo verbal.

Fray Luis de Granada es, ante todo, un «predicador», que habla al alma en el púlpito y en el escritorio. Podría decirse que todos sus escritos son coloquios con los lectores y lectoras, lecciones vivenciales. Su estilo es fina taracea granadina.

Tardó bastante en publicar sus libros: en 1554 publicó el Libro de la oración y la meditación, que tuvo un resonante éxito. Lo mismo ocurrió con su segundo libro, Guía de pecadores, publicado entre  1556 y 1557.

En esos años los censores de la Inquisición, en especial Fernando de Valdés, inició una campaña contra lo que consideraban libros «heterodoxos». Las obras de fray Luis fueron incluidas en el Índice de libros prohibidos porque, según los censores, defendían  la superioridad de la oración mental sobre el rezo verbal.

Avisado del inminente peligro, fray Luis viajó a Valladolid, y por mediación de la princesa Juana, regente del reino en ausencia de su hermano Felipe II, consiguió una entrevista con Fernando de Valdés. De ella dio cuenta en carta a Carranza, que se conserva: acorraló al inquisidor, que no supo darle una respuesta digna, atrincherándose en que el Catálogo estaba ya en manos del impresor. Nada consiguió, y en la carta puso un dicho que debía de andar en boca de los que acudían a la Corte sin lograr lo que pretendían: «Por Valladolid, ni al cielo quisiera ir»; fray Luis le quitó la punta añadiendo: «Si no fuera por ver a Dios y a vuestra reverencia».

Durante su estancia en Lisboa, revisó y corrigió estos libros que pronto fueron sacados del  Índice de libros prohibidos. Fray Luis aumentó su personal biblioteca espiritual con el Memorial las adiciones (1565-1574). Y con una monumental Introducción del símbolo de la fe (4 tomos), que dedicó y auspició el cardenal Quiroga, nuevo inquisidor general.

Publicó, además, un Compendio de doctrina cristiana, con sermones «para las principales fiestas del año», en portugués. Y a ruegos de san Carlos Borromeo, escribió en latín una serie que representa el doble de sus escritos en romance: el tratado De officio et moribus episcoporum (ediciones de Lisboa, 1565, y Roma, 1572), Canciones de tempore (4 tomos), Canciones de sanctis (2 tomos), Rhetorica eclesiástica (Lisboa, 1575), Collectanea philosophiae moralis (3 tomos, Lisboa, 1571), Silva locorum communium (2 tomos, Salamanca, 1585).

Fray Luis de León

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La prosa de fray Luis de León compuesta en un estilo que conjuga la claridad y la belleza con elementos coloquiales, está influída por ideas humanistas y por los valores de los agustinos. Entre sus estilos destacan los comentarios doctrinales de los textos bíblicos como Exposición del Cantar de los cantares (publicada en 1798) y la Exposición del libro de Job (publicada en 1779). Este último, escrito en prisión, muestra la identificación que fray Luis siente con el personaje bíblico. Comenta el texto de la Biblia, y va dando vuelta a sus variados estados de ánimo: dolor por la injusticia de que es víctima, desesperación y, por fin, acatamiento de la adversidad y perdón.

La perfecta casada (publicada en 1583), dirigida a su prima, describe lo que para él es una esposa ejemplar, y establece los deberes y atributos de la mujer casada en cuanto a las relaciones con su familia, las tareas cotidianas y el amor a Dios.

De manera que el hombre que acertare con una mujer de valor, se puede desde luego tener por rico y dichoso, entendiendo que ha hallado una perla oriental, o un diamante finísimo, o una esmeralda, o otra piedra preciosas de inestimable valor. Así que esta es la primera alabanza de la buena mujer, decir que es dificultosa de hallar. Lo cual, así es alabanza de las buenas, que es aviso para conocer generalmente la flaqueza de todas. Porque no sería mucho ser una buena si hubiese muchas buenas, o si en general no fuesen muchos sus siniestros malos. Los cuales son tantos, a la verdad, y tan extraordinarios y diferentes entre sí, que, con ser un linaje y especie, parecen de diversas especies. Que, como burlando en esta materia, o fue Focílides o fue Simónides, el que lo solía decir, en ellas solas se ven el ingenio y las mañas de todas las suertes de cosas, como si fueran de su linaje: que unas hay cerriles y libres como caballos, y otras resabidas como raposas, otras ladradoras, otras mudables a todos los colores, otras pesadas, como hechas de tierra, y por esto, la que entre tantas diferencias de mal acierta a ser buena,merece ser alabada mucho.

Fray Luis de León, La perfecta casada

De los nombres de Cristo (publicada en 1583) es su obra en prosa más importante. Está escrita en forma de diálogo, y trata de los significados de los diversos nombres con que se alude en la Biblia a Cristo: Pimpollo, Camino, Príncipe de la paz, Pastor… La escribió en la cárcel y en ella pone de relieve la presencia de Cristo en la naturaleza y en el hombre con una visión exaltada por el amor.

El gran escritor respeta la norma de la naturalidad; como buen humanista, fray Luis pugna porque el castellano alcance la misma dignidad artística que el latín. Estudia atentamente los procedimientos estilísticos de Cicerón, y es el primer prosista española que introduce el numerus latino. Se trata de que la prosa, sin confundirse con el verso, posea cualidades armoniosas semejantes a las de este. A tal fin, dice, el escritor, entre las palabras «que todos hablan, elige las que le convienen, y mira el sonido de ellas, y aun cuenta a veces las letras, y las pesa y las mide y las compone, para que no solamente digan con claridad lo que pretenden decir, sino también con armonía y dulzura».

Este esfuerzo por liberar la prosa de los geometrismos y juegos medievales es comparable al esfuerzo liberador de Garcilaso de la Vega.

Para saber más sobre fray Luis de León y su prosa, podéis consultar la completísima página del Centro Cervantes Virtual:

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Santa Teresa de Jesús

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La prosa de santa Teresa de Jesús está estrechamente relacionada con sus experiencias personales y sus vivencias místicas. La santa, que escribió por mandato de sus confesores y para las monjas de la Orden de las Carmelitas Descalzas, se centró en el análisis de sus experiencias religiosas, sobre todo en las relaciones del alma con Dios.

Las moradas o Castillo interior (aparecida en 1578) es su obra más importante. En ella expone los tres estadios de la experiencia mística. El alma es como un castillo con siete aposentos o moradas: las tres primeras corresponden con la vía purgativa; las tres siguientes, a la iluminativa, y en la séptima alcanza la vía unitiva, se realiza el matrimonio espiritual del alma con Dios.

Camino de perfección (publicada en 1583) explica los fines de las carmelitas y la forma de lograrlos a través de la oración y la contemplación.

Vida (publicada en 1589) fue considerada una autobiografía espiritual y relata la historia de su vocación y desarrolla una doctrina sobre la oración.

Las fundaciones (publicada en 1610) contiene la historia de los incidentes ocurridos en las fundaciones de los conventos.

El estilo de santa Teresa se caracteriza por su expresividad y por su afán de explicarse y ser comprendida; para ello, la autora acude a metáforas tomadas de la realidad que la rodea y a un registro coloquial vivo y directo. Ella quería escribir «con más simplicidad y religión; que lleve más estilo de ermitaño y gente retirada». Renuncia, pues, al modelo literario más difundido —naturalidad elegante y aliñada— para quedarse con la sencillez absoluta.

Estando hoy suplicando a Nuestro Señor hablase por mí, porque yo no atinaba a cosa que decir, ni cómo comenzar a cumplir esta obediencia, se me ofreció lo que ahora diré, para comenzar con algún fundamento: que es considerar nuestra alma como un castillo, todo de diamante o muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas. Que si bien lo consideramos, hermanas, no es otra cosa el alma del justo, sino un paraíso adonde dice Él tiene sus deleites. Pues, ¿qué tal os parece que será el aposento adonde un Rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes se deleita? No hallo yo cosa con qué comparar la gran hermosura de un alma y la gran capacidad. Y verdaderamente, apenas deben llegar nuestros entendimientos, por agudos que fuesen, a comprenderla, así como no pueden llegar a considerar a Dios; pues Él mismo dice que nos crió a su imagen y semejanza.

Santa Teresa de Jesús, Castillo interior

Si os interesa saber más sobre la figura de santa Teresa como escritora, podéis visitar la página que le dedica el Centro Virtual Cervantes:

Teresa de jesús