Giovanni Boccaccio (1313-1375)

GIOVANNI BOCCACCIO ( 1313-1375)

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Giovanni Boccaccio es uno de los autores italianos más importantes del siglo XIV. De su biografía sabemos que nació en 1313, probablemente en Certaldo, una pequeña villa cercana a Florencia. Al parecer, Boccaccio fue hijo ilegítimo de un agente comercial al servicio de los Bardi, una de las familias de banqueros más poderosas de toda Italia. Gracias al éxito mercantil e incluso político de su padre, Boccaccio pudo disfrutar  de una infancia acomodada y de una esmerada educación.

Su padre intentó encaminar a su hijo, de excepcional precocidad en el conocimiento de los clásicos, hacia la vida mercantil; sin conseguirlo, pues el muchacho se sintió atraído hacia la poesía «desde el vientre mismo de su madre», dice él tomando como modelo las palabras que el latino Ovidio se había atribuido a sí mismo, en la controversia  con su propio padre, que intentaba alejarle de la tarea de los versos.

Más adelante fue enviado a  Nápoles, donde antes que el aprendizaje de los negocios, Boccaccio se dedicó a la intensa vida literaria y cortesana que la ciudad le brindaba, así como el estudio de los antiguos:

Cuando contaba catorce años, se trasladó con su familia a Nápoles.

«Yo he vivido desde mi niñez hasta mi madurez en Nápoles, junto a jóvenes nobles de mi edad, los cuales, aun siendo nobles, no se avergonzaban ni de entrar en mi casa ni de hacerme una visita. Veían que yo […] vivía bastante acomodadamente, como solemos vivir los florentinos;  veían mi casa y mi enseres que, de acuerdo con mis posibilidades, eran bastante espléndidos.»

Giovanni Boccaccio: Epístola XII

También allí conoció  al mujer que sería el objeto de sus tormentosos amores, identificada como María de Aquino, y a la que llamó Fiammetta –nombre derivado de fiamma, llama– que constituye un vivo contraste humano y realista, con Beatriz y Laura.

Llamado por su padre en quiebra, Giovanni Boccaccio regresó a Florencia en 1340. Allí, frente al esplendor de la corte napolitana, descubrió la crisis económica que, desde 1345, atravesaba la ciudad. Esta crisis, agravada en 1348 a causa de la peste negra, causó una honda impresión en el autor, quien justo un año después comienza la redacción de su gran obra, el Decamerón. De esta época data su amistad con Petrarca, al que siempre consideró su maestro –magister es el nombre que siempre le dedica– no solo intelectual, y con quien intercambió, por carta o por largas visitas, descubrimientos filológicos y debatió sobre literatura (por ejemplo, sobre el valor de la poesía de Dante o la supremacía del griego sobre el latín) o sobre política (Boccaccio era un burgués demócrata –güelfo– y Petrarca tenía preferencias por el aristocratismo gibelino).

Boccaccio leyendo el Decamerón a la reina Joanna de Nápoles.

Concluido el Decamerón en 1351, Boccaccio compaginó su actividad literaria con el estudio filológico y la realizacion de diversas tareas diplomáticas. En los últimos años de su vida sufrió una fuerte crisis religiosa que le llevó a plantearse hacerse monje y a quemar sus obras profanas, cosas que finalmente no llevó a efecto. También sufrió reveses políticos, que le hicieron retirarse a su pueblo natal de Certaldo, cerca de Florencia, aunque fue posteriormente rehabilitado. El 21 de diciembre de 1375 el autor fallecía en la villa de Certaldo, considerado ya la tercera gran figura literaria de su tiempo.

La obra de Boccaccio puede dividirse en dos grandes grupos de composiciones: textos literarios en toscano y textos eruditos en latín. Los primeros fueron compuestos, en su mayoría, antes de 1345 –con la excepción del Decamerón–, mientras que los segundos ocuparon prácticamente la totalidad de su vida en Florencia.

Las obras latinas y los opúsculos en vulgar

Entre sus obras en vulgar destacan las obras juveniles el FilostratoVencido de amor, según traducía Boccaccio-, que es una evocación en octavas reales de la historia troyana de Troilo y Crésida, rica en tonos eróticos al gusto de la frívola sociedad napolitana, y el FilocoloFatigas de amor–, donde recrea en prosa la historia medieval de Flores y Blancaflor, combinada con ecos de Ovidio.

De su época florentina destacan algunas obras pioneras del tema pastoril —Comedia de las ninfas florentinas– que servirá de inspiración para La Arcadia de Sannazaro, y el Ninfale Fiesolano, representación mítica de carácter helenizante que influyó sobre Poliziano, ambos autores de finales de la siguiente centuria. También son interesantes L»Amorosa visione y La Teseida, larguísimo poema narrativo, igualmente en octavas reales, donde se cuentan los amores y las luchas de Teseo y las amazonas.

Por último, dos obras: la Elegía di Madonna Fiammetta, escrita hacia 1443, que constituye el primer ensayo de novela psicológica en ambientes burgueses y realistas, y donde narra su historia amorosa con Fiammetta, invirtiendo los papeles y haciendo que la joven exprese el dolor por el abandono de su amante. En esta obra se analizan las penas de amor de la protagonista: Fortuna y Venus arrastran a la heroína de la felicidad a la desgracia, que la lleva a la pérdida de la juventud y hermosura y al suicidio frustrado. La Elegia di Madonna Fiammetta constituye el primer caso en la literatura moderna en el que la mujer es protagonista y con ella se inaugura el análisis introspectivo en las letras italianas y europeas:

«Este pues, oh piadosísimas señoras, fue aquel que mi corazón con loca estimación entre tantos nobles, hermosos y valerosos jóvenes cuantos no solamente allí presentes sino más aún en toda Parténopa (Nápoles) habla, el primero, el último y el único elegí por señor de mi vida; este fue aquel a quien amé y amo más que a ninguno otro; este fue aquel que debía ser principio y ocasión de mi mal y, como creo, de dañina muerte.  

Ese fue aquel día primero en el que de libre señora me convertí en miserabilísima sierva, este fue aquel día primero en que amor, antes nunca conocido, conocí; este fue aquel día en el que primeramente los venéreos venenos me contaminaron el puro y casto pecho. ¡Ay de mí, mísera! ¡Cuánto mal vino por mí al mundo en tal día! ¡Ay de mí! ¡Cuánto pesar y angustia estarían lejos de mí si en tinieblas se hubiese mudado tal día! ¡Ay de mí, mísera! ¡Cuán enemigo de mi honor fue aquel día!  Pero ¿qué? Las pasadas cosas mal hechas se pueden mucho más fácilmente maldecir que entender. Fui presa, tal como he dicho, y cualquiera que fuese aquella infernal furia o enemiga fortuna que a mi casta felicidad tuviese envidia, insidiándola, aquel día se pudo alegrar con esperanza de infalible victoria.

Sorprendida, pues, por la rara pasión, como atónita y fuera de mí estaba sentada entre las mujeres y los sagrados oficios, apenas oídos que no escuchados, dejaba pasar, y semejantemente los razonamientos diversos de mis compañeros. Y de tal modo tenía ocupada la mente del raro y súbito amor que, o con los ojos o con el pensamiento, siempre al joven amado miraba y dentro de mí misma no sabía qué fin pedía a un ferviente deseo.

Oh cuántas veces, deseosa de vérmelo más cerca maldije que se quedase detrás de los otros, juzgando tibieza aquello que usaba como cautela; y ya me molestaban los jóvenes que estaban delante de él, de los cuales, mientras yo entre ellos y mi entendimiento miraba algunos creyéndose que en ella terminase mi mirada, creyeron tal vez ser amados por mí.

Pero, mientras en tales términos estaban mis pensamientos, se terminó el solemne oficio y ya para salir estaban mis compañeras levantadas cuando yo, habiendo llamado a mí el alma que en torno a la imagen del apreciado joven andaba vagando, me apercibí. Levantándome, pues, con las otras, y volviendo a él los ojos, en sus actos vi lo que yo en los míos me aprestaba a mostrar y mostré; esto es, que partir me dolía. Pero después de algún suspiro, ignorando quién fuese él, me fui.»

El Corbaccio, de hacia 1455,  es una violenta sátira antifemenina, que se inserta en la tradición misógina que, junto con la estilización de la mujer propuesta por el amor cortés, recorre la literatura bajomedieval, y que tendrá un eco español en el Arcipreste de Talavera.

Boccaccio, llevado por su admiración por Dante, realizó un comentario de los diecisiete primeros cantos del Infierno dantesco, que pusieron las bases para los siguientes estudios sobre la Comedia.

De igual manera que Petrarca, Boccaccio debió la fama y el prestigio entre los intelectuales de su tiempo a sus tratados en latín, entre los que sobresalen una serie de monumentales obras enciclopédicas en las que muestra su vasta erudición sobre la antigüedad a partir de un enorme trabajo de fuentes, y en las que trabajó durante sus últimos años. Destacan la Genalogiis deorum gentilium, el primer tratado sobre mitología griega; De casibus virorum ilustrium, ejemplos de hombres ilustres desde la antigüedad a su propio tiempo, que fueron abatidos por la Fortuna escrito con una clara finalidad moralizante, o De claribus mulieribus, una serie de biografías de mujeres ilustres.

El Decamerón

La obra, sin embargo, que coloca a Boccacio en el altísimo lugar que ocupa en la literatura contemporánea, como creador del relato novelesco en prosa, es su recopilación de cien cuentos, el Decamerón, obra en la que el autor trabajó  a partir de 1348 y empezó a difundirse a mediados de la siguiente década.

Como es sabido, decamerón significa ‘diez días’ en griego. La obra se inicia con una dedicatoria a los lectores, pues Boccaccio se dirige a un público preferentemente femenino:

«¿Y quién podría negar que, por pequeño que sea, no convenga mucho más claro a las amables mujeres que a los hombres ? Ellas esconden en sus delicados pechos, pudorosos y avergonzados, las llamas de su amor, cuya fuerza es mejor que la de los visibles, como saben cuantos las han probado y las prueban. Además de esto, las mujeres […] viven la mayoría del tiempo encerradas en el círculo de sus estancias […] entregándose a diversos pensamientos que no siempre pueden ser alegres.

El significado del título  nos da el primer dato importante sobre su estructura interna: se trata de una colección de cien cuentos, distribuidos en diez jornadas y explicados por diez narradores (siete mujeres y tres hombres).

Para no hacer de su colección una mera sarta de relatos, Boccaccio imagina un marco narrativo donde estas obras se insertan, componiendo una vasta y coherente arquitectura.

En el prólogo de la obra el autor ofrece un pavoroso cuadro de la peste negra en Florencia en 1348, narrando las consecuencias devastadoras para la moral y las costumbres y presentando un sombrío panorama de degradación humana.  

Narra luego el encuentro de siete jóvenes y nobles damas que, habiendo perdido a sus familias, deciden abandonar la ciudad y retirarse al campo, para lo que buscan la compañía de tres amigos, también de elevados sentimientos. Llegados a un palacio campestre se proponen llevar una vida noble y bella, atenta a normas de cortesía, en medio de bailes, canciones, refinadas comidas , paseos, etc. regidos cada día por uno de ellos que impone las reglas.  Por este motivo, cada día, un rey o una reina de la reunión propone un tema sobre el que cada uno de los compañeros relatará un cuento. En este sentido, el marco narrativo del Decamerón supone una clara evolución frente a las colecciones de cuentos medievales, como Las mil y una noches, en las que el hilo conductor de todas las historias solía ser mucho más débil.

Tras quince días de retiro, los jóvenes deciden volver a la ciudad para evitar murmuraciones o que surjan entre ellos problemas debidos a la convivencia.

La obra se cierra con una invocación del autor a las jóvenes para las que dice escribir, excusándose de sus posibles deshonestidades, y defendiéndose de los  previsibles ataques o críticas  que suscitara su obra.

Los cien cuentos se articulan en una sutil progresión desde el relato de Chapeletto, en que se retrata al peor de los hombres, falsario, discordiador, descreído, que a través de una falsa confesión termina siendo considerado santo, hasta el cuento de Griselda, donde nos ofrece un sublime retrato de virtud femenina.  Amor, Fortuna e Ingenio son los tres temas sobre los que giran todos estos relatos, unidos a la presencia de la muerte trágica en la melancólica Jornada IV.

Entre los temas que abordan a lo largo de la obra, destacan los asuntos y motivos propios de la sociedad burguesa y mercantil coetánea del autor. Boccaccio retrata con agudeza los rasgos más característicos del mundo social de su tiempo y elabora retratos psicológicos sencillos, y, a la vez, eficaces, de los personajes que intervienen en los relatos.

Los cuentos pueden clasificarse en grandes grupos de acuerdo con el tema central que desarrollan. De este modo, podemos diferenciar:

  • Cuentos sobre la astucia y el ingenio, de inspiración claramente popular y folclórica.
  • Cuentos que exaltan los ideales cortesanos, admirados por Boccaccio gracias a sus vivencias napolitanas.
  • Cuentos en los que se advierte de los peligros del amor y los engaños de la mujer, donde se recogen muchos de los tópicos más habituales de la misoginia medieval.
  • Cuentos en los que se idealiza el sentimiento amoroso como una de las emociones más naturales y necesarias del ser humano.

El Decamerón fue acogido con verdadero entusiasmo entre la burguesía emergente del Trecento; alejada de la gran literatura oficial, ya fuera de índole latinizante o cortesana, apareció como un libro de amena lectura, como una obra no para ser saboreada por los literatos refinados, sino para el gozo de los lectores más comunes y más ingenuos. Los mercaderes y las mujeres constituyen el primer corrillo de lectores de una obra que no se inserta en nobles tradiciones, sino en la producción narrativa de carácter burgués o popular, difundida por vía oral como pasatiempo  cotidiano.

Se trata de una obra dirigida conscientemente y sin prejuicios al vulgo, y que apenas encontró ecos en los medios humanistas entre los que su autor figuraba como máximo representante. El mundo del Decamerón vuelve la espalda al clásico y hunde sus raíces en la realidad cotidiana de las ciudades italianas, llenas de vitalidad y pujanza.

Sus cuentos constituyen un canto al amor, a la juventud , al goce de la vida, al margen de las leyes sociales y de las hipocresías religiosas, censuradas estas severamente por su autor, en una línea  muy coherente con el pensamiento burgués, anticlerical y laico que se fomentaba en las libres ciudades italianas, en las que, con toda serie de rasgos caracterizadores, están ambientadas la mayoría de las historias.

Todo un mundo de personajes recorren estos cuentos, desde reyes a pobres e inocentes bobos de pueblo; nobles, judíos, caballeros y damas, abades y abadesas, mercaderes, mujeres de pueblo y princesas, soldados, jueces, notarios, médicos, artesanos y artistas –Giotto, Ceco Angolieri o Guido di Cavalcanti, por ejemplo–, además de una galería de personajes históricos: Saladino, Roger de Lauria, Pedro de Aragón etc., presentando sus ficciones ante el telón de fondo de la historia italiana de los siglos XIII al XIV.

El mundo varipionto y fascinante del Decamerón es claramente bifronte, cómico y trágico, vulgar y cortés, vicioso y heroico; los relatos oscilan entre la breve anécdota ingeniosa y realista, hasta narraciones más complicadas, llenas de lances y peripecias, propias del relato bizantino o caballeresco; pasando de lo chocarrero y vulgar a los más románticos y delicados sentimientos amorosos o morales, lo que se plasma no menos en el doble juego estilístico entre lo humilde y lo sublime, sin descartar las discretas apariciones de lo sobrenatural y lo mágico.

En suma, bien podemos considerar al Decamerón boccacciano, tras la Divina comedia dantesca, la primera comedia humana, anticipándonos al uso que de este nombre hizo el novelista francés Honoré de Balzac.

 

 «La historia de Chichibio»

Conrado Gianfigliazzi […] fue siempre en nuestra ciudad noble ciudadano, liberal y magnífico, viviendo a lo caballero, deleitándose siempre con sus perros y azores […]. Un día, Perétola, un halcón suyo, cazó una grulla muy gorda y joven, y él la mandó a un buen cocinero suyo que era veneciano y se llamaba Chichibio, diciéndole que para la cena le asase y aderezase bien. Chichibio, que era, y lo parecía, un gran mentecato, preparó la grulla, púsola al fuego y comenzó solícitamente a cocerla. Y estando ya casi cocida y despidiendo furte aroma, ocurrió que una mujercilla del barrio, llamada Brunita, de la que estaba Chichibio muy enamorado, entró en la cocina. Y advirtiendo el olor de la grulla, y viéndola, rogó a Chichibio que le diese una pata. Chichibio cantanto, le dijo:

–No la tendréis de mí, doña Brunita, no la tendréis de mí, os lo aseguro.

Y ella, amoscada, le dijo:

— Pues a fe que, si no me la das, nunca recibirás de mí cosa que te agrade.

Y, en suma, hubo muchas palabras. Al fin, Chichibio, por no enojar a su amada, cortó una de las patas de la grulla y se la dio.

Puesta, pues, ante Conrado y algunos forasteros la grulla sin pata, maravillóse Conrado e hizo llamar a Chichibio, y le preguntó qué se había hecho de la otra pata de la grulla. A lo que el embustero veneciano respondió:

— Señor, las grullas no tienen más que una pata.

Conrado, muy mohíno, dijo:

— ¿Cómo diablos no tienen más que una pata? ¿No he visto yo más grullas que esta?

–Es lo que yo os digo, señor, y cuando os plazca os lo haré ver en las vivas– dijo Chichibio.

— Ya que pretendes hacérmelo ver en las vivas, quiero verlo mañana y seré contento. Pero te juro por el cuerpo de Cristo que, si de otro modo es el caso, de tal forma te trataré que mientras vivas te acordarás de mi nombre.

Y, por aquella tarde concluyó las palabras. Y al día siguiente, al amanecer, Conrado, a quien la ira no había dejado dormir, levantose muy enojado todavía y mandó que le trajesen caballos, e hizo montar a Chichibio en un rocín y le llevó hacia un arroyo en cuya orilla solían verse grullas, y dijo solemnemente:

— Pronto veremos quién mintió ayer tarde: tú o yo.

Chichibbio, viendo que aún duraba la ira de Conrado y que le convenía acreditr su mentira, sin saber cómo hacerlo, cabalgaba medrosísimo junto a Conrado, y de buen grado hubiera huido si hubiese podido. Ora miraba a un lado, ora a otro, y todo lo que veía le parecían grullas de dos patas. Pero ya cercanos al arroyo, vieron sobre la orilla hasta doce grullas, todas sobre una pata, como hacen cuando duermen. Y, mostrándose vivamente a Chichibio, dijo:

— Bien podéis ver, señor, que ayer tarde os dije la verdad al afirmar que las grullas no tenían más que una pata y, si no, mirad esas.

–Espera un momento y te mostraré que tienen dos– dijo Conrado.

Y, acercándose algo, gritó: «¡Oh, oh!», ante lo cual las grullas bajaron la otra pata y comenzaron a huir. Volviose, pues, Conrado a Chichibio y le dijo:

— ¿Qué te parece, bergante? ¿Tienen dos patas o no?

Chichibio, abrumado, respondió:

— Sí, señor, mas vos no gritasteis: «¡Oh, oh!» a la de ayer; que si así hubieseis gritado, a buen seguro que ella hubiera sacado la otra pata, como estas.

Tanto plugo a Conrado esta respuesta, que toda su ira se trocó en risa y algazara, y dijo:

— Razón tienes, Chichibio: de esta suerte debí hacerlo.

Y así se reconciliaron criado y señor.

El Decamerón en el cine y la televisión

El programa de RTVE Los libros dedicó uno de sus capítulos a los cuentos del Decamerón, dirigido por Pilar Miró. Podéis echarle un vistazo. Un consejo, saltad sin problema los 4 primeros minutos, si habéis leído hasta aquí, ya sabéis mucho del Decamerón y, con todos mis respetos, el señor D. Guillermo Díaz Plaja, duerme a las ovejas:

En 2015 los hermanos Taviani llevaron al cine una adaptación libre de cinco cuentos del Decamerón, titulada Maravilloso Boccaccio (Paolo y Vitorio Taviani, 2015).  Todos ellos giran en torno al amor, que unido a la imaginación y a la poesía, supone el mejor antídoto para luchar contra los males. Puedes ver aquí el trailer:

Mucho antes, en 1971, el director de cine italiano Pier Paolo Pasolini, llevó a cabo una famosa adaptación de los cuentos de Boccaccio, dentro de la estética del neorrealismo italiano. La versión de Pasolini fue controvertida por su contenido erótico e irreverente.

   

[Referencias:VV.AA.: Lengua y literatura 1 Bachillerato (Libro de recursos), Madrid: Santillana (2008); Grupo Juan de Mairena, Literatura Universal, Madrid: Akal (1998); Calero Heras, José: Literatura española y universal, Barcelona: Octaedro (1999)].