Libro de Apolonio (c.1250)

El Libro de Apolonio es una obra anónima de mediados del siglo XIII, es la primera muestra del mester de clerecía. Junto con la Vida de Santa María Egipciaca y el Libro de la Infancia y Muerte de Jesús se conserva en un manuscrito de la Biblioteca de El Escorial. El manuscrito conservado muestra rasgos lingüísticos aragoneses probablemente porque el autor o la autora del texto era aragonés o porque la persona que lo copió lo era.

Su tema, radicado en la tradición griega, tiene en último origen La Odisea y más posteriormente en la novela bizantina cuyas fuentes serían tanto latinas -en especial la Historia Apollonii regis Tyri y un poema del siglo x titulado Gesta Apollonii– cuanto ciertas versiones francesas o provenzales, según se puede deducir de un estudio pormenorizado del texto.

El argumento del Libro de Apolonio presenta la sucesión de enredos y aventuras de una novela bizantina y resulta complicado de seguir. Afortunadamente, he encontrado este resumen elaborado por Carmen Monedero en este blog:

En Antioquía, el rey Antioco vive incestuosamente con su hija. Para no perderla propone una adivinanza a los que la pretenden; si no la resuelven serán decapitados. Apolonio, rey de Tiro, se ha enamorado de ella por las noticias que circulaban de su extrema belleza; llega a Antioquía y da la solución al enigma, que alude precisamente al pecado de Antioco, aunque este lo niegue y le dé treinta días de plazo para resolverlo. Vuelve Apolonio a Tiro, pero, apesadumbrado por su fracaso, marcha a correr aventuras.

Apolonio llega con sus acompañantes a Tarso; entre tanto Antioco trama contra él asechanzas. De ellas se entera por Elánico, pero sigue en la ciudad hasta que su amigo Estrángilo le aconseja, por su propio bien y por el de Tarso, que huya a Pentápolis. En el viaje a Pentápolis sufre un naufragio donde perecen todos menos él. 

Un pescador de Pentápolis, a quien relata sus cuitas, comparte con él mesa y vestido y le señala el camino de la ciudad. En una interesante escena del juego de la pelota Apolonio muestra su destreza y es invitado, por ello, a comer en el palacio del rey Architrastres. Durante la comida,  Luciana, la hija del rey, toca la vihuela, y, después, lo hace Apolonio. Luciana se enamora de Apolonio y consigue que su padre lo nombre maestro de música.  El enamoramiento culmina con las bodas de Luciana y Apolonio.

Cuando Luciana está preñada de siete meses llega una nave de Tiro y se enteran de la trágica muerte de Antioco y su hija, y de que en Antioquía esperan a Apolonio, que resolvió el enigma, como nuevo rey. Embarca con su esposa, a quien acompaña su aya Licórides, camino de Antioquía. En la nave tiene lugar el parto de Luciana: una niña, Tarsiana. A la madre la creen muerta y, como es de mal agüero llevar un cadáver a bordo, es arrojada al mar en un rico ataúd. El relato continúa con la historia de Luciana. El ataúd llega a Éfeso donde un médico joven y sabio la devuelve a la vida. Queda Luciana como abadesa de un monasterio consagrado a Diana.

Retoma el poeta las andanzas del rey de Tiro, que desembarca, desesperado de tristeza, en Tarso. Acude a casa de Estrángilo, donde deja a su hija, con el aya Licórides, mientras él, jurando no cortarse el pelo ni las uñas hasta procurar un buen matrimonio a su hija, se embarca entristecido hacia Egipto. Estrángilo y su mujer Dionisa dan una esmerada educación a Tarsiana, pero no le confiesan de quién es hija; lo hace Licórides en trance de muerte. La belleza de Tarsiana ciega de envidia a Dionisa, que acaba por contratar a Teófilo para que le dé muerte cuando por la mañana acuda, como suele, al sepulcro de su aya. En ese preciso momento aparecen unos ladrones en una galera, piratas por lo tanto, que hacen huir a Teófilo y raptan a Tarsiana; sin embargo, Teófilo dice a Dionisa que ha llevado a cabo su encargo.

Los ladrones llegan a Mitilene y allí sacan a Tarsiana a subasta. El príncipe de la ciudad, Antinágoras, puja por ella, pero acaba llevándosela un rufián que pone precio a su virginidad. El primero en acudir es Antinágoras, y Tarsiana, con sus ruegos, consigue que el príncipe la respete. Lo mismo sucede con cuantos allí acuden. La joven, además, logra convencer al proxeneta de que conseguiría más dinero para él si la dejara salir al mercado a tocar la vihuela. Comienza aquí otro de los episodios más célebres del libro: Tarsiana juglaresa.

La narración vuelve a Apolonio. Pasados todos estos años torna a Tarso, en busca de su hija y el matrimonio le informa de su muerte. Acude a su presunto sepulcro, pero no puede verter una lágrima por lo que intuye que Tarsiana no yace allí. Se embarca con intención de ir a Tiro y una nueva tempestad los desvía a Mitilene.

Es tanta la desesperación de Apolonio que prohíbe a sus hombres que le hablen: yace recostado en el fondo de la nave, fondeada en Mitilene. Antinágoras pasa por allí, ve la nave y se empeña en conocer a Apolonio, sin lograr consolarlo. Se le ocurre entonces enviar por Tarsiana para que lo alegre. Tarsiana, una y otra vez, acude a todos sus recursos para consolar al que ignora que es su padre; en su frustración acaba echándole los brazos al cuello a lo que responde Apolonio abofeteándola; llora la niña y en sus quejas relata su historia. Primera anagnórisis: reconocimiento de padre e hija y explosión de alegría del padre. Antinágoras pide la mano de Tarsiana y la obtiene. Gran contento en Mitilene, donde levantan una estatua a Apolonio con su hija y condenan a muerte al rufián.

Camino de Tiro el padre y los esposos, una aparición aconseja a Apolonio dirigirse a Éfeso, al templo de Diana. El rey de Tiro cumple todo lo que la visión le ordena y se produce el segundo reconocimiento: Apolonio y su mujer Luciana. Todos se dirigen a Tarso.

Alegría en Tarso. Castigo de Estrángilo y Dionisa, mientras que es indultado Teófilo. Por fin marcha Apolonio a Antioquía a hacerse cargo del imperio, que cede a su yerno Antinágoras. Todos visitan Pentápolis, donde Luciana tiene un nuevo hijo, ahora varón.

El fin del relato se apresura, muere el rey Architrastres y su yerno Apolonio hereda el reino, aunque acabará dejándolo a su hijo, pequeño pero bien aconsejado. No se olvida de premiar al pescador que le atendió cuando llegó desvalido. Arreglados todos los asuntos que le conciernen, Apolonio regresa a su tierra natal con su mujer Luciana, y allí vive feliz hasta su muerte.

Como se ha podido observar, el libro cuenta una historia abigarrada, extensa, confusa y prolija. El autor consigue estructurar el tema en un todo orgánico gracias a tres recursos:  el carácter del protagonista, sus aventuras y la finalidad del texto.

a) El carácter del protagonista. Apolonio es un héroe de gran temple y con grandes dotes. A lo largo de la obra se enfrenta con numerosos problemas que hacen que se sienta «lazdrado», es decir, desgarrado. El personaje da mucha importancia al estudio y a la razón, demuestra además grandes conocimientos musicales y una gran cortesía.

b) Las aventuras. Las hazañas de Apolonio  son numerosas y bastante inverosímiles, porque solo interesan para resaltar la calidad moral del protagonista.

c) El propósito de la obra. La obra tiene un único propósito: mostrar que el mal siempre es castigado y el bien recompensado. Toda las acciones de los personajes sirven a este propósito didáctico que, por otra parte, es el habitual en el mester de clerecía. Por tanto el Libro de Apolonio une lo útil y aprovechable (genuino propósito de toda la literatura medieval) a lo dulce y deleitoso al recoger unas aventuras que podían servir de esparcimiento a los monjes castellanos de la época.

El papel del autor

El autor del Libro de Apolonio conoce y emplea todos los recursos narratios del mester de clerecía del siglo XIII. Inicia el relato ab ovo, es decir, desde una principio.  Cuenta la historia de Apolonio desde la perspectiva de un narrador omnisciente y se entromete constantemente en la historia para subrayar los aspectos morales del texto. Alterna la 3ª persona del singular y el plural mayestático que cambia la perspectiva pero no el sentido de la obra. El narrador insiste constantemente en la autenticidad de su relato y asegura la naturaleza fiable de lo que expone como corresponde a un autor del mester de clerecía. Con frecuencia el narrador repite parte de la historia que ha contado para facilitar a los lectores o los oyentes seguir el intrincado argumento.

El Libro de Apolonio presenta descripciones muy sencilla, ya que el autor no parece interesarse  especialmente por el mundo exterior, limitándose a describir muy sucintamente el entorno de las aventuras de Apolonio. Además introduce numerosos diálogos como medio de otorgar relieve, acento y plástica a la narración. No obstante el diálogo es muy sencillo pues rara vez figuran un mayor número que dos personas y sigue el método del dicendi.

La obra, con su acumulación de novelescos episodios, revela en el autor una habilidad narrativa superior a la de todos los demás poetas de la clerecía, un estilo vivo y animado y un innegable arte para disponer los elementos de la acción.