Luisa Sigea de Velasco

Luisa Sigea fue, sin duda, la mujer española más culta y mejor preparada de todo el siglo XVI. Nació en Tarancón, perteneciente al reino de Toledo, de ahí el sobrenombre «Toletana» (Toledana)  con el que, junto a su nombre latinizado «Aloysia Sygaea», fue recordada. Su fecha de nacimiento es causa de alguna polémica, ya que tradicionalmente se situaba hacia 1530, aunque en la actualidad los críticos la sitúan hacia 1522, atendiendo principalmente a la biografía de su padre.

Diego Sigeo, el padre

Era de origen francés (su apellido original era Sygée), aunque estudió en Alcalá con los grandes maestros humanistas de comienzos del siglo XVI. Se instaló en Toledo como preceptor al servicio de María Pacheco, esposa del comunero Juan de Padilla, y con ella y junto a otros criados huyó a Portugal en febrero de 1522. Una vez allí, siguió al servicio de María Pacheco hasta que en 1530 entró al servicio de la casa de Braganza como preceptor de los hijos del duque D. Jaime junto a los que siguió hasta 1549.

La educación humanista de Luisa y Ángela Sigea

Las hijas de Diego Sigeo, Luisa y Ángela, recibieron una educación exquisita en el seno familiar, ya que no existían centros de formación para mujeres. Las teorías humanistas en boga en Italia desde mediados del siglo XV consideraban que las mujeres, si estudiaban, debían limitarse a un currículum latino muy reducido, ya que estaban excluidas de la vida pública y profesional, aunque algunas, como hemos visto en entradas anteriores, se formaron por encima de estas limitaciones.

Ángela Sigea, la hermana de Luisa

Diego Sigeo, como otros humanistas eruditos, consideraba que una alta educación latina podía proporcionar a las mujeres un provecho social o ventajas económicas nada desdeñables, sobre todo en el medio cortesano. Sin duda con esta perspectiva in mente y contando con la inteligencia de sus dos hijas, Diego Sigeo les proporcionó una excelente formación basada fundamentalmente en la música y en las lenguas clásicas.

Según los coetáneos, tanto Ángela como Luisa llegaron a ser dos músicas virtuosas, si bien en este aspecto destacó siempre Ángela; por otra parte, aunque las dos dominaban el latín y el griego, los conocimientos de Luisa en este terreno superaban con mucho a los de su hermana. Luisa era, además, una auténtica políglota, ya que dominaba el hebreo, el árabe, el siríaco, el portugués, el francés y el italiano.

Se ofrece dama culta como profesora particular de reinas e infantas

En 1540, cuando contaba apenas 18 años, Luisa Sigea envió a Roma a través de Girolamo Britonio («Britonius») una carta en perfecto latín al pontífice Pablo III. Unos años después, en 1546, Luisa Sigea obtuvo fama internacional al dirigir al mismo pontífice Pablo III una carta en cinco idiomas: latín, griego, hebreo, árabe y siriaco, a la que el mismo Pablo III respondió personalmente también en las mismas cinco lenguas.

Estas cartas solían ser procedimientos «publicitarios» para darse a conocer como «damas cultas» y, en consecuencia, ofrecer sus servicios como profesoras de otras damas en la corte de algún rey o reina.  Podéis leer la carta (en castellano), aquí:

A Pablo, Benemérito Pontífice Máximo.

Hace ya tiempo había ofrecido a Vuestra Santidad algunas florecillas de mi humilde inspiración, a la manera del agricultor diligente que ciñe los altares de los dioses con los tiernos brotes recién florecidos, para que, bajo la protección de éstos, una vez que crezcan hasta su justa medida, produzcan frutos más abundantes.
Pero ahora que un estudio constante, el paso de los años y un sentido mucho más despierto me han hecho progresar hacia una producción literaria un poco más importante, he considerado que valía la pena extender ante vuestros santísimos pies, verdadero Pontífice Máximo, una muestra de mis frutos más maduros, adornada con variedad de lenguas. Aunque nunca me hubiera atrevido a ello si no me hubiera persuadido con sus hábiles palabras el egregio poeta y filósofo Britonio, a quien, si recuerdo bien, hace unos seis años, con la audacia propia de la juventud, había confiado mis inmaduras primicias para que las hiciera llegar a vuestra Beatitud. Éste hace poco, en verdad, con una carta suya me ha liberado totalmente de un temor algo ingenuo que se había apoderado de mi persona, al asegurarme lo que a través de todo el Orbe cristiano la fama celebra, a saber, que Vos, quien lleváis las llaves de la Corte Celestial, que sólo Vos abrís y nadie cierra que Vos cerráis y nadie abre, no sois, como suelen serlo los príncipes mortales, ni irritable ni malhumorado ni reservado sino el más humano, el más clemente y, entre los buenos, el mejor.

Y para no cansar con una carta tan larga los oídos de Vuestra Santidad, agotados con los negocios más graves de este tiempo, he añadido ritmos a mi Musa, porque he oído que Vuestra Beatitud se complace más con los versos que con la prosa. Recibid, pues, con alegre semblante nuestra Sintra, escrita en honor de la Serenísima Infanta María de Portugal, a quien ciertamente ofrecimos nuestras obras con un gran placer al estar íntimamente ligada al César y a los demás monarcas por el esplendor de la sangre y a las Musas por el interés de sus estudios. Pero si Vuestra Santidad, mientras florece vuestro Santísimo Pontificado, comenzara a interesarse por mi persona, por mi ingenio y por mi erudición, toda la posteridad celebrará este inmortal beneficio con otros innumerables poemas. Que tenga salud Vuestra Felicísima Santidad para hacer crecer y proteger el redil del rebaño cristiano que le ha sido entregado.

En la Corte del invencible Rey de Portugal, en el año del Señor de 1546. Vuestra más humilde sirva, postrada a los pies de Vuestra Santidad.

Luisa Sigea Toledana

Una profesora  muy bien pagada

En  1542, Luisa fue llamada al servicio de la Corte portuguesa como “moça de câmara” de la reina Catarina.

Los pagos hechos a “donna Luisa de Sygea, latina”, 16.000 reis anuales, figuran en los Livros de moradía de la reina entre 1543 y 1552, año éste en que se libran 25.000 reis a Diego Sigeo para el casamiento de su hija. Su servicio directo, no obstante, no fue a la reina, sino a su sobrina la Infanta María de Portugal, que entretenía su interminable condición de novia más rica y apetecida de Europa con una corte literaria donde reunía a un buen número de doncellas eruditas, entre las que se encontraban Luisa y Ángela, Joana Vaz o Paula de Vicente.

Esta etapa cortesana fue la más fructífera de la vida de Luisa Sigea. Ella afirma en su carta a Felipe II que fue maestra de latín de la infanta (lo que no se ajusta a los datos cronológicos) y Britonio la describe tañendo la lira y cantando en la corte, a la par que elogia sus poemas griegos y latinos. Desde luego debía gozar de un alto aprecio, ya que recibía en pago bastante más que otras damas latinas (Joana Vaz cobraba 10.000 reis en 1550) y gozó de ciertos privilegios para escribir sus obras. Por otro lado, no se deben olvidar las muchas relaciones que le tuvo que proporcionar la vida cortesana, parte de ellas serían con los eruditos y poetas que frecuentaron el pazo de la infanta, según estudió Carolina Miachaëlis de Vasconcelos; otras, con gentes del poder, según dan muestra precisa algunas cartas: las dirigidas al Papa en 1546 y 1547; la que envió a Pompeo Zambeccari, nuncio en Portugal, para agradecerle el regalo de las obras de Vittoria Colonna; y al embajador de Hungría.

Las obras literarias de Luisa Sigea

Sus dos obras mayores fueron compuestas en este período. En 1546, cuando estaban en curso negociaciones con vistas a un posible matrimonio entre la acaudalada infanta y el recientemente viudo Felipe II, Sigea dedicó a su señora el poemita latino Syntra.

En él, con la esperable carga de erudición clásica, describe el bosque de Sintra y el encuentro que la autora tiene con una ninfa que sale del lago. Ella, por designio de Jove, le anuncia la próxima boda de su princesa con un cetro que regirá el orbe. La profecía no se cumplió y los altos designios que junto a su señora se prometía la autora, no llegaron a realizarse.

De mayor envergadura es su segunda obra, un diálogo datado en 1552: Duarum virginum colloquium de vita aulica et privata. Es en la dedicatoria a la infanta donde se entrevé una faceta poco frecuente de su vida cortesana, porque le reconoce el tiempo concedido para el estudio, la disponibilidad de un lugar para hacerlo y el acceso a su biblioteca (musaeum) y a sus mejores libros.

Con estos medios, sus fatigas y las vigilias dice haber aumentado allí el caudal de sus conocimientos con los que rinde su obra. El coloquio versa sobre las diferencias entre la vida en la Corte y la vida retirada, tema que la autora conocía muy de cerca, sin embargo su propósito está en demostrar su dominio de la erudición y de la retórica del género, medio imprescindible para obtener reconocimiento de estudiosa entre otros humanistas, de modo que prescinde del recurso a la propia experiencia.

El matrimonio con Francisco de Cuevas

En 1552, Luisa Sigea se casó con el burgalés Francisco de Cuevas y según se dijo recibe por ello 25.000 reis. Se suele leer en los estudios sobre la autora que su esposo era un hombre de buena familia, pero pobre, según las hipótesis basadas en la correspondencia de Luisa, que insiste una y otra vez en su falta de medios económicos. Sus cartas a María de Hungría (1557) para que la aceptara a su servicio en Valladolid; a Felipe II, con una síntesis de su vida y ofreciéndose para su nueva esposa (1559); a Honorato de Juan, preceptor del príncipe Carlos (1559); o al obispo de Limoges, Sebastien de l’Aubespine (¿1560?), para que mediara a su favor, parecen apuntar a un estado de necesidad económica y de tristeza que desembocó en su muerte. La documentación ha demostrado que estas epístolas deben mucho a la retórica de la petición.

Francisco Cuevas, el marido de Luisa Sigea, pertenecía a una destacada estirpe de Burgos. Uno de sus antecesores había sido alcalde mayor de la ciudad en 1501 y Diego, cuñado de Luisa, fue canónigo de la catedral. Según los documentos exhumados por Sira Garrido, Francisco fue criado de Juana I de Castilla, en calidad de “ayuda de copa”, cargo por el que recibió emolumentos hasta la muerte de la reina en 1555, y por sus servicios el nuevo rey le hace merced de una pensión vitalicia anual de 10.000 maravedís a partir de 1556.

Traslado a Burgos, al servicio de la reina de Hungría

Retrato de María, reina de Hungría (1505-1558), Jan Cornelisz Vermeyen – Museo Metropolitano de Arte

Después de la boda, Luisa siguió sirviendo en la Corte portuguesa y no fue hasta 1555, seguramente por el cambio de circunstancias en la situación de su esposo, cuando ella se trasladó a Burgos. Al año siguiente, Francisco Cuevas pasó casi sin transición al puesto de “secretario spañol de su magestad”, que le proporcionó en 1556 un salario de 92 libras, 13 sueldos y 4 dineros en ocho meses y por el que cobró hasta 1558. Él mismo, en una carta de petición de empleo (c. 1558-1560), explica que le mandaron ir a servir a la reina de Hungría de secretario y a la de Francia de contador “y que también sirviese Luisa Sigea, su mujer, por las habilidades que tiene y por haber enseñado a la Infanta de Portugal”. Estos datos coinciden en lo fundamental con las cartas que Luisa envió a la Reina de Hungría en 1556 y en 1557 (según la datación de Prieto Corbalán) para excusarse de no estar todavía a su disposición y prometiéndole que irá lo antes posible. La situación familiar y algunas indisposiciones por el embarazo de Luisa debieron de incidir en estos retrasos, porque Juana, su hija, fue bautizada en Burgos el 25 de agosto de 1557. Quizás entonces tuvo aún la ocasión de volver a ver a la infanta María, cuando se reunió con su madre, Leonor de Austria, reina viuda de Francia, y con su tía, María de Hungría, en Badajoz en enero de 1558. En ese encuentro podemos visibilizar la red familiar con la que se entretejía la vida cortesana de Luisa Sigea.

La búsqueda infructuosa de un nuevo empleo

El 10 de octubre octubre de 1558 falleció María de Hungría y el matrimonio Cuevas se encontró otra vez cesante. Eso no significa que quedasen ayunos de todo ingreso, pues el testamento asigna a los cónyuges una pensión anual total de 150.000 maravedís, 56.250 a Luisa y 93.750 a su esposo, que se suman a los 10.000 que éste recibía desde 1556. Se deben situar, pues, a partir de entonces los esfuerzos epistolares del matrimonio por obtener nuevos empleos en la Corte.

Isabel de Valois, 1546-1568. atribuido a Juan Pantoja de la Cruz

Francisco envía una carta a Felipe II (s. d.) en que demanda “asiento en su casa o en la del príncipe o algún oficio en la corte, conforme a su calidad y habilidad”; Luisa llama a varias puertas, empezando también por el Rey a comienzos de 1559. Sus gestiones más intensas parece que fueron realizadas desde Toledo, donde encontró una ocasión inmejorable con la reunión de las Cortes de Castilla el 22 de febrero de 1560 para reconocer al príncipe Carlos como heredero. Allí escribió a Sébastien de l’Aubespine, embajador de Francisco II, en febrero para que se dirija en su nombre a la reina Isabel de Valois; al mismo en marzo para que en la Corte se tomase una decisión sobre su caso; a Honorato de Juan, preceptor del príncipe Carlos, en abril, con igual pretensión y a éste le dice haber enviado unas líneas también a don García de Toledo, ayo y mayordomo mayor del príncipe.

Refleja bien su posición y relaciones el hecho de que todas estas epístolas sean eruditas, en latín, dirigidas a hombres poderosos y que, por el contrario, no parezca haber empleado (quizá sólo sea que no se han conservado) la vía más habitual entre las mujeres, que era la conexión clientelar con damas de la aristocracia, sobre todo cuando sus miras estaban puestas en la casa de la nueva reina Isabel de Valois, que se estaba organizando a principios de ese año y que dirigía la condesa de Ureña como camarera mayor.

La muerte de Luisa Sigea

Sin haber alcanzado sus pretensiones de servicio cortesano, Luisa Sigea volvió a Burgos, donde falleció el 13 de octubre de ese año. Se insiste en que murió en la pobreza y de melancolía, aspectos ambos poco creíbles. Si se refiere a lo primero, hay que atender a la existencia de ingresos y sobre todo a la posición de la familia de su marido en Burgos. De hecho se observa que Francisco Cuevas, después de la muerte de Luisa, mantuvo una trayectoria económica ascendente, pues se convirtió en correo mayor de la Universidad de Mercaderes (desde 1571) y en 1580 pudo dotar a su única hija, Juana, con 6.375.00 maravedís más otro millón en ajuares, según los cálculos de Ismael García Rámila. De esta hija se acordó también la infanta María en su testamento (1577) y le otorgó una renta vitalicia. En cuanto a las causas de la muerte de Luisa, es cierto que varias de las cartas de 1560 mencionan sentimientos de tristeza, miedo o desesperanza ante la situación. Achacarlo a razones económicas no dejaba de ser propio de la retórica del género, sin embargo, como destaca María R. Prieto, hay que recordar que Luisa Sigea era una mujer de una vasta cultura, que se reconocía como una intelectual y que probablemente no se conformaba con una vida apartada del mundo cortesano en el que había pasado toda su vida adulta y donde había brillado con luz propia. En cuando a que fuera este ánimo la causa directa de la muerte, es más realista considerar que se trataba de una mujer que rondaba los cuarenta años y que en la época era una edad con la que cumplía razonablemente su esperanza de vida.

La fama de Luisa Sigea

A diferencia de la mayoría de escritoras españolas de la Edad Moderna, Luisa Sigea gozó en su tiempo de fama y reconocimiento. La mencionan ya en fecha muy temprana Lucio Marineo Sículo (1530), Juan Vaseo (1552), García Matamoros (1553) o Alfonso Fernández de Madrid (1556), además de eruditos que la conocieron en la Corte portuguesa, como Girolamo Britonio o André de Resende. Sin embargo, en estas y otras citas posteriores (Juan Pérez de Moya, Francisco de Pisa, Guillaume Postel, etc.) lo que se admira es su erudición clásica, inaudita en una mujer, su prodigioso dominio de varias de las lenguas antiguas y de la elocución, pero no se hace mención de sus obras.

Después de su muerte, el padre de Sigea promovió la edición de Syntra, que se publicó en París en 1566, con la intervención de Jean Nicot, embajador de Francia en Portugal entre 1559 y 1561 y arropado por un extenso conjunto de poemas latinos laudatorios o de epitafios a la autora. El librito no debió de pasar de una difusión muy reducida, porque no lo cita ninguno de quienes la elogian, que sí se refieren con frecuencia a su carta en cinco lenguas dirigida al Papa.

Publicación de las obras de Luisa Sigea junto al libelo obsceno falsamente atribuído

Luisa Sigea gozó, pues, desde muy joven de una gran fama; prueba de ello es que fue objeto de  una impostura literaria: en 1680 se asocia su nombre a una obra obscena titulada Aloysiae Sigeae Toletanae satyra sotadica de arcanis amoris et veneris: Aloysiae hispanice scripsit: latinitate donavit J. Meursius, dada a la luz por Jean Nicolas, un impresor de Grenoble. En 1700 entraba en el Índice, cuando ya existían cinco o seis ediciones y traducciones. La obra se atribuyó al conocido abogado del Dauphiné, Nicolas Chorier, treinta años después de su muerte, y desde entonces la polémica se extendió a lo largo de los siglos, incluyendo en la nómina a otros candidatos a autor, como Jean Vestrène, jurisconsulto de La Haya.

Lo curioso del caso es que, además de atribuirle una falsa obra obscena a la piadosa (pero profana) Luisa Sigea; la mayor parte de los críticos se dedican a resaltar los errores de lengua latina que aparecen en el texto, intentando quitarle el mérito de la elegancia de su latinidad.

Luisa Sigea fue una excepción en su tiempo en varios aspectos. Perteneció a una minoría de mujeres altamente educadas, pero fue casi la única que, empleando medios de autopromoción, encontró una salida profesional para rentabilizar económicamente esa educación en los mismos entornos cortesanos que los humanistas, y, como ellos, creó algunas obras literarias que han sobrevivido; además contó con el reconocimiento de sus coetáneos y una inmediata fama posterior de erudita. No existió en todo el siglo XVI español ninguna otra mujer que presente un perfil similar.

PARA SABER MÁS…

Podéis oír hablar sobre Luisa Sigea a la profesora Nieves Baranda en este audio de la UNED titulado «La erudición imposible de Luisa Sigea»

FUENTES

  • BARANDA LETURIO, Nieves: «Luisa Sigea» en <http://dbe.rah.es/biografias/17738/luisa-sigea&gt;, consultado el 2 de febrero de 2020.
  • BARANDA LETURIO, Nieves (2014): «Luisa Sigea, poeta con musa (Alcalá, 1558-1568)», EPOS, XXX , págs. 99-112.
  • BARANDA LETURIO, Nieves (2005) «Escritoras sin fronteras entre Portugal y España en el Siglo de Oro (con unas notas sobre dos poemas femeninos del siglo XVI», Península. Revista de Estudios Ibéricos, págs. 219-236.
  • BARANDA LETURIO, Nieves (Marzo-abril 2009). “Notas para un cancionerillo de poetas cortesanas del  siglo XVI”, Destiempos.com, nº 19, págs. 8-27. Disponible en: <http://www.destiempos.com/n19/dossierescritoras.pdf&gt;
  • BIESES, Bibliografía de escritoras españolas (http://www.uned.es/bieses).
  • «Dialogyca BDDH: Biblioteca Digital de Diálogo Hispánico [en línea]. [2 de febrero de 2020]