La prosa didáctico-moral de Quevedo

El Barroco aportó a la literatura española el florecimiento de los escritos satíricos y político-morales, que fueron consecuencia del pesimismo y el desengaño, y que reaccionaron frente al sentimiento de decadencia. Ahora bien aun tratándose de textos predominantemente reflexivos y severos, los escritores adoptaron la postura común de tomar el lenguaje y la escritura como campo de indagación verbal y de juego ingenioso.

La reacción ante la situación política, en cualquier caso, tuvo dos direcciones: la intención satírica y burlesca, y las actitudes didácticas y moralizadoras.

La prosa satírica

La sátira, cuyo origen se encuentra en la literatura latina, estuvo presente en el Renacimiento con la obra anónima El Crotalón. En el siglo XVII dejó de ser una dolorosa mirada a la sociedad para convertirse en una punzada despiadada y cruel. Con una falta total de simpatía hacia lo criticado, la prosa satírica arremetió con igual fuerza contra vicios repelentes y contra defectos insignificantes.

En el terreno de la sátira el maestro indiscutible fue Quevedo, dotado de un espíritu  crítico y burlón y una inagotable capacidad de ingenio para zaherir los vicios y las costumbres sociales. Muestras de ellos fueron sus obras festivas Premáticas y aranceles, El siglo del cuerno o Cartas del Caballero de la Tenaza.

Los Sueños

No obstante, el punto culminante de la sátira quevedesca lo constituyen Los sueños. Obra de juventud escrita entre 1606 y 1610, aunque publicada en 1627. Fue reimpresa con el título Juguetes de la niñez.

Valiéndose del procedimiento literario del sueño, Quevedo realiza una sátira de la sociedad: el autor-narrador es transportado en sueños a un más allá fantástico habitado por tipos que son objeto de la sátira quevedesca. Consta de cinco sueños: Sueño del juicio Final o Sueño de las calaveras, El alguacil alguacilado, Las zahúrdas de Plutón o Sueño del infierno, El mundo por dentro y Sueño de la muerte, más conocido como La visita de los chistes.

Quevedo nos ofrece en esta obra un mirada burlesca, pero también preocupada, desengañada y crítica, de la sociedad española de la época. Utiliza el ingenio que le es propio y un lenguaje que domina y moldea a la perfección.

Lee un fragmento del Sueño de la muerte:

Tres cosas son las que hacen ridículos a los hombres: la primera, la nobleza; la segunda, la honra; y la tercera, la valentía. Pues es cierto que os contentáis con que hayan tenido vuestros padres virtud y nobleza para decir que la tenéis vosotros; siendo inútil parte del mundo. Acierta a tener muchas letras el hijo del labrador; es arzobispo el villano que se aplica a honestos estudios, y el caballero que desciende de César y no gasta como él en guerras y victorias el tiempo y vida, sino en juegos y rameras, dice que fue mal dada la mitra a quien no desciende de buenos padres; como si hubieran ellos de gobernar el cargo que les dan, quieren, ¡ved qué ciegos!, que les valga a ellos, viciosos; la virtud ajena de trescientos mil años, ya casi olvidada; y no quieren que el pobre se honre con la propia.

Carcomióse el hidalgo de oír estas cosas, y el caballero que estaba a su lado se afligía, pegando los abanillos del cuello y volviendo las cuchilladas de las calzas.

—Pues, ¿qué diré de la honra mundana, que más tiranías hace en el mundo y más daños y más gustos estorba? Muere de hambre un caballero pobre, no tiene con qué vestirse, ándase roto y remendado, o da en ladrón, y no lo pide, porque dice que tiene honra. ¡Oh, lo que gasta la honra! Y llegado a ver lo que es la honra mundana, no es nada. Por la honra no come el que tiene gana donde le sabría bien. Por la honra se muere la viuda entre dos paredes. Por la honra, sin saber qué es hombre ni qué es gusto se pasa la doncella treinta años casada consigo misma. Por la honra, la casada le quita a su deseo cuanto pide. Por la honra pasan los hombres el mar. Por la honra mata un hombre a otro. Por la honra gastan todos más de lo que tienen. Y es la honra mundana, según esto, una necedad del cuerpo y alma, pues al uno quita los gustos y al otro la gloria. Y porque veáis cuáles sois los hombres desgraciados y cuán a peligro tenéis lo que más estimáis, hase de advertir que las cosas de más valor en vosotros son la honra, la vida y la hacienda. La honra está junto al culo de las mujeres; la vida, en manos de los doctores; y la hacienda, en las plumas de los escribanos. ¡Desvaneceos, pues, bien, mortales!

La hora de todos y la fortuna con seso

Es una obra de gran complejidad. Comienza con una fantasía mitológica: Júpiter, cansado de las lamentaciones sobre la fortuna, convoca una asamblea de los dioses  en el Olimpo y decide poner remedio a la tragedia del mundo ordenando a la diosa Fortuna que reparta sus bienes de acuerdo con los merecimientos de cada uno. Sin embargo, se produce tal confusión y desorden que Júpiter debe restaurar la situación anterior.

En el siguiente texto podéis leer el comienzo de La hora de todos y la fortuna con seso:

Júpiter, hecho de hieles, se desgañitaba poniendo los gritos en la tierra, porque ponerlos en el cielo, donde asiste, no era un encarecimiento a propósito. Mandó que luego, a consejo, viniesen todos los dioses trompicando, cuando Marte, don Quijote de las deidades, entró con sus armas y capacete y la insignia de viñadero enristrada echando chuzos, y a su lado el panarra de los dioses, Baco, con su cabellera de pámpanos, remostada la vista y en la boca lagar y vendimias de retornos derramadas, la palabra bebida el paso trastornado y el cerebro en poder de las uvas.

Por otra parte asomó con pies descabalados Saturno, el dios marimanta, comeniñoz, engulléndose sus hijos a bocados. Con él llegó hecho una sopa Neptuno, el dios aguaroso, con su quijada de vieja por cetro –que eso es tres dientes en romance– lleno de cazcarrias y devanado en ovas y oliendo a viernes y vigilias, haciendo todos con sus vertientes en el cisco de Plutón, que venía en su seguimiento, dios dado a los diablos, con una cara afeitada con hollín y pez.

La prosa moral y didáctica

La prosa moral, que en el Renacimiento había exhibido una armónica sencillez  y una exquisita naturalidad, brilla en el Barroco por su complejidad y dificultad, de acuerdo con la idea conceptista del arte literario. Por otra parte, esta prosa responde con pesimismo y desengaño radicales a la realidad, mostrándola como ilusión, engaño, nada.

La prosa moral y didáctica coincidió con la picaresca en la actitud recelosa y en su visión negativa de la vida. Frente a su modo de pensar; y siguiendo la filosofía de Séneca de quien tradujo De los remedios de cualquier fortuna, añadiendo sus propios comentarios a la filosofía senequista. Quevedo valoró el esfuerzo humano y el poder de la voluntad para alcanzar la virtud, la sabiduría, la prudencia y el dominio de uno mismo.

Pero sus metas estéticas es aunar, expresivamente, inteligencia, adorno literario y contenido mora a través del lenguaje y el estilo. Por ello, adoptó un discurso hermético, concentrado, sumamente elaborado, y un estilo conciso y elíptico, repleto de todos los recursos barrocos.

La cuna y la sepultura es su obra ascética más destacada. En ella Quevedo hace una reflexión plenamente barroca acerca del sentido de la vida y de la muerte. Quevedo aparece aquí como un severo moralista cristiano que tiene un sentido pesimista de la vida. La idea de la muerte está siempre presente.

La prosa política

En las obras de carácter político, tratados que se refieren a aspectos de comportamiento público, administrativo o de gobierno, vuelve a destacar Quevedo. De hecho, el grupo más extenso de sus escritos en prosa es el de carácter político. Escribe varias obras sobre la política italiana, opúsculos de intenso nacionalismo español como España defendida, diatribas contra Olivares, requisitorias antisemitas como la Execración contra judíos, libelos contra las pretensiones separatistas catalanas de 1640…

Las más destacadas son  Política de Dios, gobierno de Cristo y tiranía de Satanás. En esta obra expone la idea del príncipe cristiano, opuesta al príncipe renacentista de Maquiavelo. Quevedo utiliza la alegoría evangélica para expresar sus teorías sobre lo que debería ser un buen gobierno.

La Vida de Marco Bruto es un comentario político-moral en el que se aprueba el crimen contra Julio César  que representaba la tiranía frente a Bruto, que simboliza la república.

La prosa de crítica literaria

Quevedo ejerció la sátira contra el culteranismo en obras como La culta latiniparla o Aguja de marear cultos. En La culta latiniparla se burla de las expresiones y recursos empleados por los poetas culteranos:

Al moño en culto le llaman herencia, pues queda de las difuntas, y en pluscuamculto, dirá ‘traigo el eco del malo rizado’ o ‘el enemigo sin di’, pues dimoño es el enemigo y en quitándole el di es moño, diablo mudo; y también le llamará casidiablo, y advierta no resbale y le llame ‘el cachidiablo del pelo’.