Hildegarda de Bingen (1098-1179)

La abadesa Hildegarda de Vingen es considerada la primera bióloga alemana, la primera médica y la primera feminista: una de las mujeres más extraordinarias  de la Edad Media europea.

Nació el 17 de septiembre de 1098 en Bermershein vor der Höhe, en el valle del Rin, en el seno de una familia noble y acomodada. Al ser la menor de diez hijos, sus padres la consideraron un diezmo para Dios y la consagraron desde su nacimiento a la vida religiosa, siguiendo una costumbre de la época. Nada más nacer la entregaron a la condesa Jutta de Spanheim para que la preparase para tomar los hábitos. Vivió más de diez años en el castillo de la condesa donde recibió una esmerada educación. Cuando cumplió los 14 años, ella y la condesa, ingresaron en el convento de Disibodengerg donde vivió hasta los 81 años.

Scivias y el flujo abismal de los misterios de Dios

Hildegarda era de constitución débil en su infancia, sufría constantes enfermedades y experimentaba visiones. Sus visiones le producían grandes dolores de cabeza, pero nunca perdía el conocimiento o se aislaba del mundo como otros místicos. El suyo es el único caso de misticismo consciente en toda la historia de la Iglesia.

Ella misma contó que su primera visión la tuvo a la edad de tres años, pero no contó a nadie esta experiencia por miedo a las consecuencias que esto podía tener. No fue hasta la edad de 38 años, siendo ya abadesa de su monasterio, cuando Hildegarda comienza a escribir su primera obra Scivias (Conoce los caminos) donde  cuenta «el flujo abismal de los misterios de Dios», como llamaba ella a sus episodios místicos.

En su visión profética, la realidad humana y la divina son una misma realidad, garantizadas por el amor que la mujer sabe encarnar. Ella ve y describe a Dios como una «luz viviente», una luz de la que también forma parte el ser humano y sobre la que ella misma se define como «sombra de la luz viviente».

Pronto el papa Eugenio III encarga investigar discretamente a Hildegarda, pero al poco tiempo él mismo aprueba Scivias y alienta a los demás religiosos a su lectura, animando a la monja a que siguiera dejándose empapar por estos momentos místicos. El apoyo del Papado fue muy importante para Hildegarda que se convirtió, a partir de ese momento, en uno de los personajes más influyentes de la Cristiandad.

Rápidamente, su fama como adivina traspasaría las fronteras germanas, convirtiéndose en la «sibila del Rin», a la que acudían emperadores como Federico Barbarroja, reyes y cargos de la Iglesia para consultarle sobre diversas cuestiones, por lo que también influyó en el mundo de la política y la diplomacia.

Además del Scivias donde comenta, como hemos visto, sus 26 visiones,  escribió el  Liber vite meritorum (Libro de los méritos de la vida)  sobre teología moral donde, partiendo de la visión de Dios como un hombre cósmico que sustenta y vivifica al universo, Hildegard llega a una exposición de los principales vicios espirituales y sus virtudes opuestas

Por último, escribió el Liber divinorum operum (Libro de las obras divinas), sobre cosmología, antropología y teodicea. Es la descripción de diez visiones, en donde realiza una cosmología que estructura al universo en correspondencia con la fisiología humana, y que convierte los actos del hombre en paralelos a los actos de Dios, mediante su cooperación activa en la construcción y orden del cosmos.

Una rebelde imaginativa

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Hildegarda también destacó en la música y además de una manera bien original. Al parecer decidió dar sepultura en el cementerio de su abadía a un caballero que había sido excomulgado. Varios religiosos pidieron la exhumación de los restos y exigieron que se trasladaran a otro suelo que no fuese santo. La monja, muy abatida por la memoria del muerto, se negó rotundamente a trasladar el cadáver. Su negativa atrajo la ira de los eclesiásticos quienes le castigaron prohibiéndole asistir a misa y cantar los salmos religiosos del salterio.

La abadesa aceptó humildemente su castigo, pero decidió que ya que le habían prohibido cantar los salmos del libro de salmos del convento, compondría otros. Al final compuso 78 obras musicales de gran valor para la comunidad religiosa, agrupadas en la Symphonia armonie celestium revelationum (Sinfonía de la armonía de las revelaciones celestes)

A Hildegarda se le atribuye la invención del oratorio, lo que no deja de ser interesante porque oficialmente el oratorio se «inventó» en el siglo XVII.  Su música era una expresión de sus ideas acerca de la sanación y su vinculación con la espiritualidad: «Todas las artes que sirven los deseos humanos y las necesidades del ser humano se derivan del aliento que Dios envió al interior del cuerpo humano», decía.

El placer de las mujeres

A pesar de que Hildegarda tomó los hábitos siendo una niña y, al parecer, no tuvo nunca experiencias sexuales, fue la primera persona que abogó por la liberación sexual femenina. Las ideas de esta mujer eran pura dinamita en la época: promovía la igualdad de géneros, negaba que el placer sexual fuera fruto del pecado y sostenía que la sangre que verdaderamente manchaba no era la de la menstruación sino la que se derramaba en las guerras. Fue la primera mujer que consideró que las mujeres sienten el placer sexual igual que los hombres

En su libro Cause y cure describe por primera vez el orgasmo femenino en pleno siglo XII:

«Cuando la mujer se une al varón, el calor del cerebro de esta, que tiene en sí el placer, le hace saborear a aquel el placer en la unión y eyacular su semen. Y cuando el semen ha caído en su lugar este fortísimo calor del cerebro lo atrae y lo retiene consigo, e inmediatamente se contrae la riñonada de la mujer, y se cierran todos los miembros que durante la menstruación están listos para abrirse, del mismo modo que un hombre fuerte sostiene una cosa dentro de la mano».

Eva no tuvo la culpa

46101_adan_eva_bigPara hacer una declaración tan revolucionaria, la abadesa Hildegarda revisó el Génesis y, tras su estudio, concluyó que Eva no había tenido la culpa de que Adán mordiese la manzana y la humanidad fuera expulsada del Paraíso. Según su análisis, la culpa de todo la tuvo el demonio quien había preparado una trampa a Eva porque se sentía celoso porque la mujer tenía el único poder que él no poseía: el de dar la vida. En una época tan misógina como la Edad Media donde todas las mujeres se consideraba «hijas de Eva» y, por tanto, pecadoras y culpables de la expulsión del Paraíso, esta afirmación resultaba tremendamente innovadora.

Hildegarda, científica adelantada a su tiempo

Hildegarda fue una visionaria, escribió sobre teología, propuso ¡300 años antes que Copérnico! que la Tierra giraba alrededor del Sol y escribió sobre gravitación universal ¡500 años antes que Newton!

Sus dos obras científicas, la ya citada Cause y Cure sobre medicina y Physica sobre contenidos físicos, desarrollan un análisis del funcionamiento del cuerpo humano. En ellos defiende que la alteración del medio natural puede hacer enfermar a las personas, acentuó la importancia de la alimentación en la salud y el uso de plantas, piedras y animales como remedio para enfermedades. Además hablaba de la influencia de los estados anímicos sobre los males corporales, cuestión que hasta hace muy poco no se ha aceptado en la medicina actual.

Otra de sus habilidades era la de curar con agua del Rin. Su fama como sanadora atraía a tanta gente al convento que se dice que una de las monjas trató de convencer al obispo de que ordenara a Hildegarda parar de hacer milagros.

Su labor como predicadora

hildegarda-de-bingen-2.jpgA pesar de las variadas actividades y su dedicación intelectual no dejó de lado la predicación: hizo cuatro viajes por varias regiones de Alemania para comunicar sus perspectivas sobre redención, conversión y reforma del clero; y con la certeza de ser portadora del mensaje divino, habló en las iglesias, con la esperanza de acercar más la iglesia al pueblo.

Hildegarda se carteó y polemizó con papas, reyes, nobles y teólogos de la talla de Bernardo de Claraval. Incitó a los papas a la reforma, criticándoles con dureza y señalando que el Espíritu Santo hablaba también a través de ella —una mujer— porque la Iglesia, dirigida por hombres, había traicionado su naturaleza y su misión. Denunció la corrupción de los grandes prelados y criticó la posición de la Iglesia frente a los cátaros. Si bien consideraba que estos debían ser expulsados del seno de la Iglesia, al mismo tiempo condenaba la persecución y ejecución de que fueron víctimas.

A pesar de sus detractores, Eugenio III consideró sus escritos de inspiración divina y le dio carta blanca para continuar predicando y escribiendo.

Lingua ignota

Hildegarda inventó la primera lengua artificial de la historia, a la que denominó Littere ignote y que usó para su obra Lingua Ignota.

Dicha lengua fue expuesta en su escrito Ignota Lingua per simplicem hominem Hildegardem prolata, que ha llegado a nosotros integrada con otras obras en el Riesencodex, en sus folios 461v–464v, así como en el de Berlín, folios 57r–62r. La obra es un glosario de 109 palabras escritas en dicha lengua con su significado en alemán, incluyendo el de algunas plantas y términos usados en sus obras médicas.

Se ha propuesto que su creación fue de carácter místico, tal vez una especie de glosolalia (lenguaje ininteligible), no obstante, muchas de las palabras de dicho lenguaje parecen tender hacia un interés científico. Pero no hay un motivo claro del porqué de su creación.

Hildegard  murió en 1179 a los 81 años. Sus reliquias fueron conservadas en el convento de Rupertsberg hasta la destrucción de este en 1632, durante la Guerra de los Treinta Años, siendo llevadas a Colonia y después a la iglesia parroquial de Ebingen, donde aún reposan.

En mayo de 2012 el papa Benedicto XVI la canonizó y nombró Doctora de la Iglesia. Su onomástica se celebra el 17 de septiembre, día de su nacimiento, fecha que también le dedican, curiosamente, la iglesia anglicana británica y la episcopal escocesa.

Visión (Margarethe von Trotta, 2009): una película sobre Hildegarda de Bingen

Sobre la vida de Hildegarda de Bingen se realizó en 2009 una película titulada Visión, dirigida por Margarethe von Trotta. Podéis verla aquí:

Fuentes: