El misterio del autor del Lazarillo de Tormes

El Lazarillo se publicó de forma anónima y hasta la fecha todavía no se conoce el nombre del autor o la autora,  a pesar de que se consideran diversas hipótesis: algún  erasmista próximo al círculo de los Valdés (incluso Juan de Valdés y su hermano Alfonso), el humanista Hurtado de Mendoza, el fraile jerónimo fray Juan de Ortega, el escritor Sebastián de Horozco, Pedro de Rúa, Hernán Núñez o, más recientemente, el escritor toledano Cervantes de Salazar…

En todo caso, no era inusual que en la época del Lazarillo se publicasen de forma anónima obras castellanas de entretenimiento y piedad, al menos hasta 1559, año en que la Inquisición dictó normas estrictas contra los impresos anónimos.

Los autores de esta época consideraban que las obras escritas en el vulgar castellano eran «nonadas» (simplezas) y no podían conllevar gran fama literaria ni exigían, por tanto, la rúbrica de un autor. No obstante, puede que el autor del Lazarillo ocultase su nombre por el alto contenido anticlerical de la obra y su proximidad a ideas reformistas que podían llevarle al tribunal de la Inquisición.

Como resultado de todas las pesquisas de los críticos que han investigado el «caso», se puede establecer un «perfil» del autor a la manera de los que realizan los detectives en las series de intriga. Así el autor del Lazarillo sería una persona muy culta, gran prosista, con experiencia en la redacción de cartas  (no hay que olvidar que el Lazarillo está estructurado con la forma de una «carta mensajera»), de ideas reformistas, muy crítica con la Iglesia y la nobleza, vinculada de alguna manera con la corte y, en especial, con el emperador Carlos V.

Fray Juan de Ortega, autor del Lazarillo

Fue un monje y obispo jerónimo del siglo XVI al que algunos críticos (Marcel Bataillon, José Delfín Val, entre otros) consideran el autor del Lazarillo. Se basan en este texto del padre fray José de Sigüenza, quien al evocarlo en su Historia de la Orden de San Jerónimo (1605) observa:

«Dicen que siendo estudiante en Salamanca mancebo, como tenía un ingenio tan galán y fresco, hizo aquel librillo que anda por ahí, llamado Lazarillo de Tormes, mostrando en un sujeto tan humilde la propiedad de la lengua castellana y el decoro de las personas que introduce con tan singular artificio y donaire, que merece ser leído de los que tienen buen gusto. El indicio de esto fue haberle hallado el borrador en la celda, de su propia mano escrito.»

La atribución es dudosa, el autor no se arriesga más allá del «dicen» y el indicio tampoco parece demasiado rotundo:  el hecho de poseer un borrador del manuscrito no indica que él fuera necesariamente el autor de la obra. Podía poseer una copia de lectura hecha sobre el manuscrito original o sobre alguna edición.

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No obstante, y como se verá más adelante, cumple algunas de las condiciones que se presuponen en el autor del Lazarillo. Fray Juan tuvo una carrera brillante, que culminó con el nombramiento en 1552 de general de la orden; pero hacia 1555 su ascensión se interrumpe, al ser acusado de haber introducido demasiadas innovaciones y reformas en la orden. También fue  próximo al emperador Carlos, quien supervisó su carrera eclesiástica y para quien preparó su retiro en el monasterio de Yuste.

La idea de un fraile reformista, cuya actividad decae en 1555 (un año después de la publicación del Lazarillo) y del que se conserva una importante correspondencia es, desde luego, muy tentadora y sugestiva o al menos lo fue para los guionistas de El ministerio del tiempo.

En 2015 la serie de TVE El ministerio del tiempo, en su capítulo 6, hizo referencia a esta teoría al dictar Lázaro de Tormes sus andanzas a un fraile jerónimo de Salamanca llamado Juan de Ortega. En la misma conversación se acuerda dejar la obra como anónima para evitar problemas con la Inquisición.

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La paleógrafa Mercedes Agulló defiende la autoría de Diego Hurtado de Mendoza

En 2010 la paleógrafa Mercedes Agulló publicó su libro A vueltas con el autor del Lazarillo donde defendía que el autor era Diego Hurtado de Mendoza. A lo largo de sus investigaciones, Mercedes Agulló ha debido consultar numerosos inventarios de libros, tanto de impresores y libreros, como de personajes. En una de estas investigaciones dio con los libros del abogado Juan de Valdés, junto al inventario de ese Valdés, su hermana y testamentaria realizó el de los bienes y libros de Juan López de Velasco, de quien el abogado había sido testamentario.  López de Velasco fue encargado oficialmente de «castigar» el Lazarillo de 1573, es decir, de podarlo y censurarlo para poder sacarlo del Catálogo de los libros prohibidos. Junto a un importantísimo bloque documental de «papeles» americanos, se encontraba en una serie de serones y cajones el impresionante lote de documentos acumulados por don Diego Hurtado de Mendoza durante su larga vida, ya que Juan López de Velasco se había encargado de la administración de su hacienda. Ahí encontró, al lado de una copia de Las guerras de Granada y otros papeles de la hacienda de Carmona, dos líneas que dicen: «Un legajo de correcciones hechas para la impresión de Lazarillo y Propaladia

Mercedes Agulló insiste en que «desde luego, nada puede darse como absolutamente definitivo, pero el hecho de que el legajo con correcciones hechas para la impresión de Lazarillo se hallara entre los papeles de don Diego Hurtado de Mendoza, me ha permitido desarrollar en mi libro una hipótesis seria sobre la autoría del Lazarillo, que fortalecida por otros hechos y circunstancias apunta sólidamente en la dirección de don Diego.»

Pero… ¿quién era Diego Hurtado de Mendoza?

Don Diego de  Mendoza fue un hombre fascinante. Nació en la Alhambra en torno a 1500. Su padre, Íñigo López de Mendoza, Capitán general del Reino de Granada, ejercía de gobernador, y el joven Diego recibió una educación exquisita, contando con los mejores profesores de la época. Conocía el latín, el griego, el hebreo y el árabe, entre otras lenguas. Fue delegado del emperador Carlos V en el Concilio de Trento y embajador en la corte de Inglaterra, en Roma y en Venecia, donde se convirtió en una personalidad respetadísima, protector de Vasari y Tiziano, entre otros.

Fue un hombre extrovertido y generoso, adoraba a su hermana María Pacheco, mujer del comunero Juan de Padilla, para quien pidió el perdón real. Mecenas de pintores y escritores, lector infatigable de manuscritos, era nieto del Marqués de Santillana, amigo de Gracián y santa Teresa de Jesús, y recibió elogios literarios de Lope de Vega: «¿Qué cosa aventaja a una redondilla de don Diego Hurtado de Mendoza?»

Los contemporáneos de Diego Hurtado de Mendoza le atribuían el mérito de haber introducido en España la sátira literaria y le adjudicaban la mayoría de textos jocosos, anónimos o publicados con seudónimo. Tenía, pues, mucha fama como autor de textos satíricos lo que llevó a que se le haya considerado desde siempre uno de los más firmes y probables candidatos para la autoría del Lazarillo, hasta el punto de que hubo ediciones de la obra en que su nombre aparecía como autor.

Su vida pública fue todo menos apacible; por ejemplo, siendo gobernador de Siena fue acusado por sus enemigos de irregularidades financieras y el proceso que exigió para demostrar su inocencia se falló treinta años después con su absolución.

Gozó del afecto y el favor del emperador Carlos V, pero Felipe II, sin embargo, lo detestaba y fue ruin con él. La investigadora cree que el verdadero motivo de su desafecto «era el deseo del rey de hacerse con la biblioteca de don Diego, una de las más destacadas en la época, tanto en impresos como en su valiosísima colección de manuscritos. Le regaló al rey seis o siete baúles llenos de manuscritos árabes».

Tras un accidente se le gangrenó la pierna y tuvieron que cortársela. A los cuatro días, el 14 de agosto de 1575, murió y fue enterrado en el Monasterio de la Latina.

Rosa Navarro Durán defiende que Alfonso de Valdés escribió el Lazarillo

Rosa Navarro es catedrática de Literatura española en la Universidad de Barcelona. Su especialidad es la literatura de los Siglos de Oro y lleva años investigando científicamente todas y cada una de las páginas del Lazarillo, incluso las que faltan. Ella misma nos cuenta cómo hizo el descubrimiento: «en el aeropuerto, releyendo otra vez más el Lazarillo para olvidar la espera, me di cuenta de que el último párrafo de la obra no encajaba, era «extraño», porque en él aparecía bruscamente un interlocutor desconocido. Ahí empezó todo. Vi entonces que el prólogo debía acabar con «y vean que vive un hombre con tantas fortunas, peligros y adversidades» (palabras que aparecen en el título: La vida de Lazarillo de Tormes, y de sus fortunas y adversidades) y que no era Lázaro de Tormes quien hablaba en él, sino el autor. Y en seguida pude formular la pregunta siguiente: ¿Qué podía haber pasado para que ese párrafo figurara en las cuatro ediciones conservadas de 1554 en ese lugar que no le correspondía».

Rosa Navarro considera que Alfonso de Valdés es el autor del Lazarillo  y plantea para ello varios argumentos.

En primer lugar, Lázaro de Tormes fecha lo último que le cuenta a «Vuestra Merced» el 27 de abril de 1525, que es cuando el Emperador, «victorioso», «en esta insigne ciudad de Toledo entró y tuvo en ella cortes», porque Carlos V solo pudo «entrar» una vez en Toledo: la primera, en 1525. El autor del Lazarillo es un espléndido prosista, cortesano y admirador del Emperador, porque sabe elegir muy bien el momento de su máximo esplendor: 1525, cuando tiene prisionero al rey de Francia en Madrid, va a anunciar su boda con Isabel de Portugal, nieta, como él, de los Reyes Católicos, y entra triunfalmente en Toledo, ciudad que había sido el último reducto de la resistencia de los comuneros, donde va a celebrar cortes.

En segundo lugar, el autor del Lazarillo es un erasmista convencido. El auténtico objetivo del relato de Lázaro no es contar las miserias del mozo de muchos amos que es Lázaro, sino poner de manifiesto la mezquindad, la crueldad y la hipocresía de los religiosos que rodean a Lázaro. Y también la miseria y el hambre del escudero, que vive fingiendo un estado y una devoción que no tiene, y que solo está pensando en tener un señor para adularle. Al autor del Lazarillo le preocupan solo dos estamentos: la Iglesia y la nobleza.  Por eso los amos que no pertenecen a estos ámbitos no son criticados y por esta misma razón los amos de Lázaro no tienen nombre. Lázaro va de amo en amo y solo los menciona por su oficio.  Esto solo es posible porque el autor está satirizando en ellos a todos los de su clase, a sus semejantes.

Alfonso de Valdés, opina Navarro Durán, tiene los dos rasgos anteriormente  indicados: era el secretario de cartas latinas del Emperador y el mejor valedor de Erasmo en España. Pero además es autor del Diálogo de Mercurio y Carón, donde el dios y el barquero interrogan a una serie de almas de personajes que pertenecen a esos dos estamentos: la nobleza y la Iglesia, y tampoco tienen nombre. En ese desfile de ánimas ve Rosa Navarro el antecedente de la serie de amos de Lázaro. Y además en boca de un cortesano reconoce palabras del escudero

Por otra parte, Rosa Navarro estudió con detenimiento el Diálogo de la lengua de Juan de Valdés y leyó las obras que allí se mencionaban. Descubrió en ellas elementos, motivos, literarios, recreados en los dos Diálogos de Alfonso de Valdés y en el Lazarillo.  Las huellas de la lectura de La Celestina, La comedia Tebaida, La Lozana Andaluza y, sobre todo, de las comedias de Torres Naharro, muestran, según la autora, los sutilísimos lazos literarios que hay entre el Lazarillo y las otras obras de Valdés.

Por último, dice Rosa Navarro, «»solo un escritor tan espléndido como Alfonso de Valdés, que domina el arte de la carta y del diálogo, pudo escribir esa maravilla de naturalidad y eficacia expresiva que es La vida de Lazarillo de Tormes, la carta de Lázaro a Vuestra Merced.

¿Por qué no firmó su obra?

Rosa Navarro explica también que varias obras de Alfonso de Valdés (el Diálogo de las cosas acaecidas en Roma y el Diálogo de Mercurio y Carón) fueron publicadas de  manera anónima y no en España por miedo a la Inquisición. Y no le faltaban razones para temerla, uno de sus hermanos, Juan, tuvo que huir de España para que no lo procesaran después de escribir el Diálogo de doctrina cristiana; un censor denunció a la Inquisición el manuscrito del Diálogo de Mercurio y Carón que Alfonso había prestado a su hermano. Su tío, Fernando de la Barrera, hermano de su madre, fue quemado como judío relapso en 1491. Alfonso de Valdés estaba protegido por el Emperador, pero el temor a la Inquisición era tan grande que nunca puso nombre a ninguna de sus obras.

¿Cuándo escribiría Alfonso de Valdés el Lazarillo?

La profesora Navarro sostiene que debió de escribirlo entre fines de 1529 y septiembre de 1532. Alfonso de Valdés muere de peste en Viena el 6 de octubre de 1532, y en el Lazarillo hay huellas de la lectura de La lozana andaluza de Francisco Delicado, que se publicó en Venecia en 1528, y del Relox de príncipes de fray Antonio de Guevara, que se imprimió en abril de 1529. Lo hizo después de haber escrito sus dos Diálogos; y fuera de España, posiblemente en Augsburgo, en Ratisbona o en Bolonia.

Sebastián de Horozco, autor del Lazarillo

Editores tardíos de la obra identificaron al anónimo con un dramaturgo y paremiólogo bastante importante de la primera mitad del siglo XVI. Se trata de Sebastián de Horozco, quien en su Representación evangélica de san Juan había sacado a escena un mozo de ciego, cuyas tretas presentan llamativas coincidencias con las del Lazarillo. Pero las concordancias son únicamente de contenido, no de estilo, y parece de todo punto imposible que un autor compusiera dos veces el mismo episodio con resultados tan distintos.

SABER MÁS...

El programa de RTVE Punto de encuentro de Radio 5 dedicó uno de sus programas al autor del Lazarillo. Lo podéis oír aquí:

En este documental de la UNED titulado Lazarillo de Tormes. Tratado octavo. Cómo Lázaro se asentó con sus posibles demiurgos y lo que le acaesció con ellos donde diversos profesores universitarios, expertos en la obra nos explican sus teorías sobre el autor de la obra: