Como sabemos, en los textos argumentativos el autor pretende provocar que el destinatario se adhiera de alguna manera a su tesis. Esta adhesión puede tener distinto carácter. En unos casos se busca una adhesión intelectual: mostrar al destinatario del texto o discurso que un hecho es real (demostración) o que cierta idea es racionalmente válida y aceptable (convicción); en otros, se busca una adhesión sentimental, es decir, mover el ánimo del destinatario a favor de la tesis propia (lo que podemos llamar seducción) y así conseguir que realice una determinada acción (persuasión).
La argumentación racional
Demostrar y convencer se consigue mediante la presentación de argumentos racionales. Estos se basan en los hechos, los cuales son analizados y valorados racionalmente, bien sea de una manera objetiva (como en la demostración científica, que emplea experimentos comprobados, datos, cifras o cualesquiera otros elementos de carácter objetivo que se presentan como prueba), bien sea adaptándolos a los sistemas de creencias y valores de los intelectuales.
Dentro de la argumentación racional es habitual distinguir dos formas: la argumentación lógica y la argumentación analógica.
La argumentación lógica
Se basa en los principios lógicos del razonamiento humano: las relaciones causa-efecto, concreto/abstracto, individual/general, acto-finalidad, condición-resultado, etc.
La forma básica del argumento lógico es el silogismo, un razonamiento que consta de dos premisas y una conclusión:
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- Premisa 1: Los hombres son mortales.
- Premisa 2: Sócrates es hombre
- Conclusión: Sócrates es mortal.
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En los textos argumentativos, sin embargo, no suele aparecer completo; es normal que falten algunas de las premisas, por considerarse que el destinatario la acepta implícitamente: Sócrates es un hombre y por lo tanto es mortal. A partir de esta forma básica, se pueden construir distintos argumentos según el tipo de relación que se establezca entre las premisas y la conclusión.
Argumento de causa
La causa puede servir de argumento para demostrar una tesis que enuncia una consecuencia:
Argumento de consecuencia
De igual forma, la consecuencia puede ser argumento para confirmar una causa:
Argumento de finalidad
Argumento de condición
Argumento basado en un ejemplo
El ejemplo sirve para confirmar la veracidad de una tesis presentando un caso concreto de la realidad en el que esa tesis se cumple efectivamente:
Argumento basado en un principio o idea general
Es un procedimiento inverso al anterior y consiste en utilizar una idea de carácter general para confirmar una tesis sobre un hecho concreto. Dentro de este tipo de argumentos se distinguen los argumentos del sentir general o del sentido común y los argumentos de autoridad.
Argumentos del sentir general o del sentido común
Se basan en verdades comúnmente aceptadas y admitidas sin reservas:
Dentro de este tipo de argumentos destaca el uso de refranes y máximas. Los refranes pueden considerarse como «verdades» de la tradición comúnmente aceptadas por la cultura popular. Tienen una gran expresividad, pero su fuerza argumentativa es más emotiva que lógica; de hecho hay refranes que apoyan ideas opuestas:
Las máximas son también aseveraciones sentenciosas que se utilizan en la argumentación como verdades indiscutibles en apoyo de la tesis. A diferencia de los refranes, tienen un origen culto:
Argumento de autoridad
Dentro de la argumentación lógica hemos de considerar también un procedimiento argumentativo muy usual en los textos ensayísticos: el argumento de autoridad. Este argumento utiliza como apoyo a la tesis testimonios de expertos conocidos, especialistas en la materia o simplemente personas de prestigio.
el mundo por dos cosas trabaja: la primera
por haber mantenencia, la otra cosa era
por haber juntamiento con hembra placentera.
La argumentación analógica
Se basa en un proceso de razonamiento diferente: para argumentar sobre un problema se hace referencia a otro asunto completamente distinto pero en el que se observa una relación entre dos hechos que es semejante a la del problema sujeto a debate. El emisor establece una analogía entre ambos asuntos, de forma que presupone que, al tratarse del mismo tipo de relación, lo que es cierto para uno es cierto también para el otro.
La comparación como argumento
La metáfora como argumento
Se utiliza la metáfora, es decir, se hacen coincidir dos asuntos entre los que hay alguna relación de semejanza. En estos versos Bécquer para argumentar que el amor entre el poeta y su amada era imposible establece una analogía entre ella y el huracán, y entre él y una torre, analogía basada en la relación de oposición violenta e irreconciliable entre ambos elementos.
torre que desafía su poder:
¡Tenías que estrellarte o que abatirme!…
¡No pudo ser!.
Desde otro punto de vista, tanto la comparación como la metáfora (como otras formas de argumento analógico, como la alegoría o la fábula) pueden funcionar también como argumentos afectivos que se utilizan para influir en el ánimo del destinatario.
La argumentación afectiva
Se denominan argumentos afectivos aquellos que pretenden provocar en el destinatario determinadas reacciones emocionales que condicionan su apreciación de la tesis: simpatía, pena, admiración, horror, temor, etc.
En cuanto a su contenido y forma, no son en realidad distintos de los que se utilizan en la argumentación racional. La diferencia estriba, principalmente, en el especial uso que en ellos se hace del lenguaje: este carga de expresividad, gracias al empleo por parte del autor de determinados recursos lingüísticos. Así, la comparación y la interrogación retórica en los ejemplos de la página siguiente adquieren una gran fuerza emotiva.
En este fragmento de Manuel Vicent, la comparación entre las personas que toman el sol en la playa y las reses sacrificadas -asadas- a los dioses de la Antigüedad, es un argumento analógico que sirve, más que para convencer intelectualmente al destinatario de la conveniencia de las dietas veraniegas, para persuadir a través del humor (a los dioses no les gusta el tocino) y la ironía (carne digna de ser asada, jóvenes reses).
En el fragmento de Galeano, tan importante como el razonamiento utilizado («las armas no son necesarias porque ya no hay ningún enemigo») son los recursos que el autor utiliza para expresarlo, que sugieren al destinatario que el concepto de enemigo es absurdo («malos de ayer/buenos de hoy») y que las armas no se relacionan con la protección sino con el miedo («vendiendo armas y miedo»
Las figuras literarias y tropos
Los recursos que se utilizan en este tipo de argumentación son los mismos que caracterizan a la lengua literaria. Las llamadas figuras estilísticas y tropos son utilizadas en los textos argumentativos con una finalidad retórica, es decir, con la intención de convencer de algo al destinatario.
Como en los textos literarios, el léxico se selecciona atendiendo al efecto que las connotaciones de las palabras empleadas puedan producir en el oyente o lector, la adjetivación adquiere también una importancia fundamental, pues mediante el uso de adjetivos y adverbios valorativos el autor dirige en un determinado sentido la actitud del receptor ante los hechos o ideas enunciados, de igual forma y con la misma intención se usan otros variados procedimientos lingüísticos.
Por último, no ha de olvidarse que el uso de esta argumentación afectiva y de los recursos retóricos asociados a ella está condicionado por el tiempo de texto de que se trate. Lógicamente, queda excluida en los discursos en los que se exige una completa objetividad en la argumentación (la demostración científica, por ejemplo); puede aparecer, más o menos sutilmente introducida, en ensayos de tema humanístico y en los géneros periodísticos de opinión; en cambio, es fundamental en los textos propagandísticos, tanto doctrinales como publicitarios.
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